“Me gusta imaginar una sonrisa al otro lado del teléfono”

"Me gusta imaginarme una sonrisa al otro lado del teléfono”. Así se pronuncia Joaquin Arratibel, voluntario del servicio de acompañamiento Hilo de plata, dependiente de la asociación de voluntariado social de mayores Nagusilan.

Luchar contra la soledad no deseada de los mayores, que puedan ser escuchados, y forjar un vínculo a través del teléfono con las personas voluntarias es el objetivo. Así lo explica el guipuzcoano de 72 años que lleva colaborando alrededor de cuatro años con este servicio.

Cada lunes por la tarde atiende a siete mayores que lo esperan al otro lado del teléfono. Viudas, separados... “que por circunstancias están solos”, explica. Es por eso que todas las semanas conversa alrededor de media hora con cada uno de ellos.

Con algunos habla de geografía, con otros de literatura... amoldándose a sus hobbies. “Y aprendo muchísimo de todos ellos”, sostiene. O incluso cuenta que tuvo un usuario aficionado a la pelota, por lo que cada mañana se informaba de los resultados de los partidos de ese fin de semana para poder hablar sobre ello en la charla telefónica.

“Pasan muchas horas al día solas y con esta llamada que hacemos les escuchamos, y les acompañamos emocionalmente con los temas que quieran”, sostiene Joaquín Arratibel.

Así, hace alusión a la característica intrínseca de este servicio: “La magia está en que nos conocemos solo por voz”. Aunque admite que suele llegar un punto en el que los usuarios piden conocer al voluntario en persona, “intentamos evitarlo. “Porque el tema que nos ocupa a nosotros es el acompañamiento telefónico, escuchar, y tener la satisfacción de intuir una sonrisa al otro lado; es lo que me gusta imaginar”, sostiene.

Hay alrededor de 200 usuarios actualmente, atendidos por 75 voluntarios. Aunque el grueso de los mayores son vascos, también hacen uso del servicio telefónico de acompañamiento personas de todo el Estado. Barcelona, Sevilla...

La escucha, clave

En cuanto al perfil del usuario, es muy heterogéneo. Desde personas con familia, pero que necesitan ser “escuchadas y no juzgadas”, hasta personas en situación de soledad extrema. Es el caso de una usuaria de Barcelona, a la que atiende Lourdes Rodríguez, voluntaria de Gipuzkoa.

Según cuenta esta mujer, que tiene más de 75 años y no puede salir de casa, solo tiene una hora de ayuda domiciliaria. “Está muy deprimida, pero me pide que le cuente cosas de mi pueblo, leemos libros…”. Y es que la voluntaria intenta distraerla con lecturas, historia, costumbres… “le ayuda, siempre me dice que sabe que estoy pendiente de ella, se siente más acompañada”, relata.

Acompañamiento

También atiende desde septiembre del año pasado, cuando la voluntaria se unió a Hilo de Plata, a una mujer de Eibar. “Tengo una relación buenísima, parece mi segunda amatxu”, cuenta Lourdes. Y es que la usuaria aprecia las llamadas que recibe. “Hablamos una vez a la semana, pero si me dice que ha estado enferma, le llamo cada dos o tres días otra vez”. En su caso, tiene familia “pero igual no le pueden atender tanto como necesita”.

Al igual que en muchos casos, a la voluntaria guipuzcoana también le ha preguntado cuándo podrán conocerse en persona, “pero el objetivo es que sea telefónico, porque si necesitase acompañamiento presencial ese sería otro servicio”.