Navarra

Zubiri se prepara para un chupinazo de nueve generaciones

Después de dos años sin fiestas, vecinos de diferentes edades serán los responsables de lanzar el cohete este viernes, como símbolo de unión
Erika Martínez (34), Juan Mari Errea (78), Martín Villanueva (92), Eider Padilla (4), Josetxo Narrika (54) y Aitana Narrika (12), seis de los nueve vecinos que lanzarán el chupinazo este viernes en Zubiri.
Erika Martínez (34), Juan Mari Errea (78), Martín Villanueva (92), Eider Padilla (4), Josetxo Narrika (54) y Aitana Narrika (12), seis de los nueve vecinos que lanzarán el chupinazo este viernes en Zubiri.

La pandemia entre muchas otras cosas ha provocado la suspensión de todo tipo de celebraciones. Zubiri, en el Valle de Esteribar, como tantos otros pueblos, lleva sin celebrar sus fiestas dos años. Pero eso no ha hecho que dejasen de ser un pueblo unido, y la mejor manera que se les ocurrió de simbolizarlo fue elegir por sorteo un representante por generación, nueve en total. Para el más mayor de todos ellos, Martín Villanueva, vecino de 92 años, las fiestas de su pueblo son las mejores. “Aquí yo no veo otras fiestas más que estas”. Martín vive en la plaza del pueblo, desde donde se convierte en el mejor de los espectadores de todos los acontecimientos que se celebran.

Otro de sus acompañantes con más fiestas a la espalda es Juan Mari Errea, de 78 años. Considera esta oportunidad “una experiencia nueva” que además, no se esperaba: “No lo he hecho nunca ni pensaba que fuese a hacerlo, pero me vi contento. Una cuadrillica con todos conocidos, pues a gusto”. “En este pueblo nos conocemos todos”. La idea le parece acertada porque “es un recuerdo que va a quedar ahí”. Sobre todo, después de los últimos dos años que recuerda con tristeza: “Ha sido largo. Llegaba la fecha de fiestas y decíamos ‘estaríamos comiendo por ahí y mira, no podemos’”.

Admite que tenía miedo de que este año hubiese una tercera suspensión. “Yo pensaba que no íbamos a estar preparados pero las vacunas han ayudado, también con el miedo”. “Venir aquí (a la plaza del pueblo) a escuchar música me gusta. Comer por ahí, unas buenas partidas al mus… Y eso sí, el torico de fuego, que me hincho a reír”. Considera que hace lo normal para su edad, “un poco de todo pero en su justa medida”. Recuerda también otras épocas: “Si te cuento la vida de joven no la crees…”. Aquellos eran otros tiempos y percibe que en cierto modo las fiestas han cambiado. Sin embargo, la esencia se mantiene: “Ahora comeremos todos juntos. Las fiestas de los pueblos son más recogidas, la gente está más unida. Vas a Pamplona y no conoces ni a San Pedro”. Por eso, “hay que mantener las fiestas de los pueblos”, dice.

Josetxo Narrika, de 54 años, ha tenido la suerte de salir elegido junto a su hija Aitana, de 12 años. Le emociona esta oportunidad, explica, “más que por mí, por los jóvenes. Yo las fiestas las tengo vividas”. Por eso, su ilusión ahora es ver a sus hijas disfrutar. Adelanta que su hija es asustadiza: “Se pondrá tapones y todo. Tendré que estar detrás porque se querrá escapar”. Aunque por falta de costumbre no será, pues Josetxo cuenta que “hemos estado aquí los 10 chupinazos que ha vivido ella tomando un pote”. De lo que más ganas tiene es de la captura del gorrín en la Zatoia que se celebrará el martes. “El torneo de futbito también me gusta mucho. Es muy bonito, además este año se va a hacer con dos equipos de aquí del valle”.

La siguiente en la escala generacional es Erika Martínez, de 34 años: “Con la propuesta me emocioné bastante porque creo que es un momento importante en el que además nos juntamos todas las personas del pueblo, y también me puse nerviosa”. Considera esta iniciativa “fundamental, porque además la intergeneracionalidad dentro de zonas rurales como ésta es una riqueza. Promoverla en un evento como el chupinazo es genial y muy importante”. Para ella, los últimos años sin fiestas han sido duros por “no haber podido juntarme con otras generaciones. Al final estamos en la plaza y bailamos, hablamos con todas las personas... no tienes oportunidad de hacerlo el resto del año. Por eso se ha echado muchísimo de menos”.

Parada obligada del Camino de Santiago, es habitual durante los días de celebración ver algún que otro caminante bailando en la plaza: “Se suelen unir bastante. Además se nota mucho porque aquí al principio nos cuesta un poquito más pero cuando viene gente de fuera, se pone en el centro y ocupa esa plaza, nuestra plaza bailando, nos anima a nosotras y nosotros a estar también ocupando nuestros espacios y compartiéndolos con ellos”. Confiesa estar deseosa de que llegue el momento del chupinazo para “seguir compartiendo, disfrutar y pasárnoslo bien”.

Define el ambiente que se crea en Zubiri como “sano, familiar y alegría”. Y como para gustos los colores, aunque Juanmari cuenta que a él bailar no le gusta, Erika lo que más disfruta es “el baile de la tarde. Ver a las personas bailar, tomando un pintxo con un pote en la mano y disfrutando del momento”. Espera que este año “la gente viva las fiestas con toda la energía del mundo para llenar esta plaza y para demostrar que estamos aquí todas y todos juntos, unidos y que nos queremos divertir y compartir”.

Aitana Narrika en sus últimas fiestas tenía diez años y no guardar muchos recuerdos. Pero está bastante segura de que lo que más disfrutará será disfrazarse el último día, aunque va un poco a contrarreloj porque todavía no ha decidido de qué lo hará. Eider Padilla también espera con ansia ese momento y ya lo tiene preparado. Se disfrazará de Elsa de Frozen. No porque le encante el personaje, sino porque “era una buena oportunidad para llevar tacones”, nos cuenta su ama. Eider representará a los más pequeños del pueblo. Con tan solo cuatro años y rodeada de sus vecinos, será una de las responsables de dar inicio a las fiestas de su pueblo que en parte todavía desconoce. “¿Cómo vas a gritar el viernes, Eider?” preguntaba la madre a su hija, que se escondía tímida entre sus brazos. “¡Gora Zubiriko jaiak!”, repitieron juntas.

2022-08-04T18:33:03+02:00
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