No siempre es así, pero esta vez se ha cumplido la sentencia que afirma que el tiempo pone a cada uno en su sitio. Una docena de años después, Ana Urchueguía, nada menos que ex alcaldesa de Lasarte-Oria, elevada en el trienio de López a delegada del gobierno en Chile y Perú, ha reconocido que prevaricó y malversó fondos de cooperación internacional destinados a la localidad nicaragüense de Somoto.
Gracias a la reforma del delito de malversación se libra de la trena por un tecnicismo que pone a prueba la capacidad de sentir vergüenza. Se supone que la doña no se enriqueció personalmente. O sea, pulpo, animal de compañía.
Vaya o no vaya a la cárcel, lo fundamental de este episodio es que se ha demostrado la veracidad de lo publicado por el Grupo Noticias en un trabajo de investigación en el que algunos compañeros arriesgaron su prestigio profesional, y hasta la vida, como pueden atestiguar Xavier Lapitz y Joserra Plaza, que tuvieron que salir por piernas de Somoto cuando alguien estimó que estaban metiendo las narices donde no les llamaban.
El impagable trabajo previo y simultáneo lo hicieron desde la retaguardia Ana Ursula Soto y Guillermo Nagore. Es de justicia reconocérselo a ellos, al resto de compañeras y compañeros que pusieron su granito y, desde luego, a las direcciones de nuestras cinco cabeceras que se mostraron firmes pese a las presiones, rondando lo mafioso, que tuvieron que soportar.
Más allá de la suspensión de militancia de la incomprensiblemente protegida Urchueguía, este sería un buen momento para que el entonces lehendakari Patxi López pidiera disculpas por acusarnos de difundir mentiras.