Como cada año desde hace mucho, ayer me aticé entre pecho y espalda el debate de política general en el Parlamento vasco. Si me pongo a sumar, salen unas ocho horas de discursos, réplicas y dúplicas.

 

Es obvio, y en cada columna que escribo me quejo de ello, que si a los que nos dedicamos a esto nos cuesta seguirlo, para el común de los mortales resulta tarea imposible. Es más: me atrevo a decir que cualquiera que lo intentara se llevaría (o corroboraría) una imagen muy negativa de la política y de sus representantes. Y es una pena porque en la sesión aparecen todas y cada una de las cuestiones candentes que afectan a la ciudadanía de este país.

 

Tal amplitud hace que sea muy complicado también elegir un titular entre las decenas de los que resultarían posibles. Como habrán visto, en los diarios del Grupo Noticias este año hemos apostado por los compromisos contantes y sonantes que hizo el lehendakari en materia de Sanidad: reducción inmediata de las listas de espera y del tiempo entre la cita y la consulta. Por supuesto, hemos destacado también la cuestión territorial. No abundaré en esos asuntos. Me quedo con una idea que lanzó en varias ocasiones Iñigo Urkullu, a pesar de que en puertas de unas elecciones pueda resultar poco ortodoxa. "Los recursos son finitos", remarcó el lehendakari, antes de recordar que salen de los bolsillos de cada uno de nosotros. Y frente a la tentación demagógica en la que caen una y otra vez los partidos y otras organizaciones que no gobiernan, quien administra esos recursos tiene la obligación de decir la verdad: el presupuesto no llega para todo. Se agradece que nos traten como adultos.