Ya dejé escrito que la propuesta del PP de disolver -con ese verbo- partidos políticos que se comportaran de forma desleal (otra ocurrencia) con la sacrosanta Constitución española no debía inquietarnos lo más mínimo. El juego de mayorías actual en las Cortes, incluso teniendo la absoluta en el Senado, hace imposible que salga adelante semejante majadería. Todo lo que buscan los genoveses es mantener el foco y dar alpiste para tertulias, columnas y editoriales.

Y ahí mismo, en los editoriales, es donde se la han pegado pero bien. Cómo será de disparatada la pretensión de los populares, que las tres cabeceras más importantes de la derecha -ABC, El Mundo y La Razón- salieron casi en tromba a desmarcarse con prosa dura. Y no es que en el ultramonte mediático no se suspire por la ilegalización de las formaciones independentistas y/o antimonárquicas. Lo que ocurre es que, además de que se tiene claro que la propuesta no fraguará, se barrunta que llevar la cuestión al debate público de una forma tan chusca tendrá el efecto contrario al deseado: es decir, servirá para dar oxígeno a las fuerzas que se pretende borrar del mapa político.

El rapapolvo unánime de los editoriales diestros tuvo efectos inmediatos. El mismo excesivo portavoz que el día anterior presentó la enmienda como el arma definitiva para mantener a raya a los disolventes nacionalistas y filoetarras tuvo que salir a galope ayer a reconocer que todo había sido pura pirotecnia. Por supuesto, aunque tiene mucho cuajo, Miguel Tellado no lo dijo exactamente así. En una recogida de cable de manual, reconoció que, en realidad, el texto que han registrado a bombo y platillo plantea actuaciones que ya se pueden llevar a cabo con la actual legislación, empezando por la ley de partidos. O sea, que estamos ante un juego de trileros… bastante desleal con su amada Constitución, por cierto.