De todos es sobradamente conocido el comodín de ETA. De hecho hay formaciones que lo han convertido en prácticamente todo su núcleo doctrinal y en su único discurso. Frente a cualquier debate, o incluso antes de debatir, los portavoces haraganes y ventajistas tiran de repertorio y sacan a paseo cualquiera de la docena de topicazos.

No sin pecar de ingenuidad, algunos creímos que el paso de los calendarios y la realidad irían desterrando esta fórmula tan zafia de hacer política. Estamos comprobando, sin embargo, que el PP Vasco no solo sigue abonado al trazo grueso, sino que en los últimos tiempos ha tenido una recaída cavernaria que podemos comprobar en cada declaración de Iturgaiz o, hace poco, de las dos estrellas invitadas a cerrar las listas de Bilbao y Durango, Isabel Díaz Ayuso y Miguel Angel Rodríguez.

Queda así definido, por lo tanto, el comodín de ETA. Justo al otro lado de la línea imaginaria, se riza el rizo y nos encontramos con el comodín del comodín de ETA, que es el que esgrime la izquierda abertzale cuando surgen las cuestiones que a estas alturas siguen resultándole incómodas.

El ejemplo más reciente es la inclusión en sus listas electorales de un número importante, no diré 44 por lo que ya expliqué ayer, de terroristas con delitos muy serios a sus espaldas, incluidos varios asesinatos.

Algo perfectamente legal, pero nada ético, y que desde luego merece un espacio en la conversación pública. Pero entonces es cuando se trata de zanjar el debate echando mano a modo de antídoto y tapabocas, del mentado comodín del comodín de ETA. Pero a algunos no nos cuela.