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Adolescentes violentadas por la pornografía

“Son presionadas para acceder a prácticas peligrosas para la salud física y psicológica”, denuncia Tiganus
Entrevista a Amelia Tiganus, activista feminista y superviviente de la trata de mujeres.

Los niños no nacen puteros. Hay todo un interés de la industria criminal para convertirlos a través de la pornografía, que es el marketing de la prostitución”. La activista Amelia Tiganus, superviviente de una red de trata de mujeres, avisa en sus charlas en los institutos vizcainos de que “el consumo temprano de pornografía repercute en el aumento de la violencia sexual”. Y, como toda violencia, tiene sus víctimas. De hecho, denuncia, “lo que están sufriendo las jóvenes e incluso preadolescentes en cuanto a violencia sexual es absolutamente terrorífico. Supera en muchísimo aquello que nos podemos imaginar”.

Algunas chicas, asegura, le han contado “auténticas barbaridades”. “Son violentadas, presionadas para acceder a prácticas que no solo no son placenteras, sino que son peligrosas para la salud tanto física como psicológica”, advierte y deja patente que, pese al paso del tiempo, el fin que se persigue es el mismo. “Lo peor que me podían decir a mí de adolescente era puta, pero ahora lo peor es llamar a una joven puritana o monja. Es una forma de seguir controlando la sexualidad de las mujeres y de no dejarnos desarrollarla desde el placer y el encuentro con otro ser”, censura.

“Los niños no nacen puteros. Hay un interés de la industria criminal para convertirlos a través del porno”

Tras subrayar que “la pornografía deshumaniza la sexualidad y la reduce a tres agujeros penetrables”, Amelia derriba del tirón un puñado de falsos mitos. “Hacer acrobacias puede robarnos el placer que deberíamos de sentir”. “Los órganos sexuales más importantes son el cerebro y la piel. ¿A que pensabais que era el pene?”. “Dicen que el porno es fantasía, pero esas mujeres que son penetradas por varios a la vez, que después eyaculan en su cara... lo que están viviendo ¿es una fantasía o es verdad? Porque hay muchas mujeres que son captadas por las mafias para producir contenido pornográfico”.

Un grupito de chavales cuchichea en el paraninfo del Instituto Miguel de Unamuno de Bilbao, asombrado cuando la activista les informa de que “la pornografía ocupa un 90% de todo el contenido de internet”. La edad de acceso a este material se ha adelantado “a los ocho años, no porque los niños la busquen, sino porque pones teta o culo y los pornógrafos han comprado todas estas palabras para que salgan en primera plana cuando las buscamos”.

“Lo peor que me podían decir a mí de adolescente era puta; ahora lo peor es llamar a una joven puritana”

Un alumno interviene. Estima que “la pornografía es una industria del entretenimiento y está regulada”, por lo que, a diferencia de la prostitución, “sí puede ser un trabajo”. Amelia desmonta su argumento. “La esclavitud negra también estaba regulada. ¿Y qué si lo está? ¿Eso lo convierte en algo que demos por bueno? ¿Esa industria del entretenimiento que convierte el cuerpo de las mujeres y niñas más empobrecidas y vulnerables de este planeta en objetos de comercio es algo que queremos para nuestra sociedad democrática?”, deja en el aire esta formadora, que a través de la cooperativa de iniciativa social Emargi, trata de “transformar la realidad a través de la educación”.

Autora del cómic Amelia: historia de una lucha y del libro La revuelta de las putas: de víctima a activista, Amelia también se hace eco de “la confusión que parece que hay sobre el consentimiento” y de la inquietud de algunos jóvenes que comentan: “Ahora con la ley de solo sí es sí vamos a tener que firmar un contrato”. “No se trata de preguntar todo el rato: ¿Te gusta?, sino de sentir lo de la otra persona, fijarnos en su piel, en su respiración, en su implicación… Es todo un lenguaje de la sexualidad, lo que pasa es que hay que entenderlo y, con el cerebro abrasado por el porno, va a ser difícil”.

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26/07/2022