Salvo error u omisión, desde que estoy en el Grupo Noticias -13 años ya-, cada 25 de octubre escribo sobre el Estatuto de Gernika. Y debo confesar desde este mismo instante que cada una de las columnas es una versión corregida y, si cabe, aumentada de la anterior.

El hilo del que tiro sistemáticamente es el incumplimiento que ha padecido el texto desde su entrada en vigor. A partir de ahí, y sin dejar de señalar en todos los casos que el documento aprobado por una amplia mayoría tal día como hoy de 1979 me parece un muy buen conjunto de normas, sigo apuntando el rostro de alabastro que le echan los representantes de las formaciones que han propiciado el incumplimiento en sus respectivos pasos por el gobierno español.

Y por ahí voy también este año, ante los excesos conmemorativos que hemos visto en las vísperas. Rozó lo cómico Alberto Núñez-Feijóo el lunes en Gernika reivindicando el estatuto cercenado por los suyos y, ya venido arriba, colocándonos la moto del "autonomismo amable", que no es más que una actualización del café para todos del ministro de infausto recuerdo Manuel Clavero Arévalo. De aquellos polvos, estos lodos profundísimos. Tampoco anduvo lejos el secretario general del PSE, Eneko Andueza, atribuyendo a su partido la mayor defensa del Estatuto. Quizá se le pueda comprar la presunción, si inmediatamente añadimos que, por desgracia, el Estatuto que tanto dice haber defendido es, en realidad, un molde vacío. O, como últimamente se viene denunciando desde el Gobierno Vasco, algo peor que eso, puesto que ya no solo estamos hablando de las transferencias que no llegan o de las que solo llegan con cuentagotas si hay una necesidad de votos en Madrid. Con el paso del tiempo, se ha comprobado que muchas de las materias que se gestionan han sufrido una erosión, cuando no una laminación. Entonces, ¿qué celebramos?