Política

“Un acto de justicia” casi 50 años después

Gogora impulsa un proyecto para la digitalización de los sumarios referidos a ciudadanos vascos que pasaron por el Tribunal de Orden Público franquista
Imagen de la toma de posesión del presidente del Tribunal de Orden Público (TOP), José Francisco Mateu, en el año 1968. | FOTO: EFE
Imagen de la toma de posesión del presidente del Tribunal de Orden Público (TOP), José Francisco Mateu, en el año 1968. | FOTO: EFE

Dos años en la antigua cárcel de Pamplona. Este es el tiempo que estuvo José Manuel Bujanda a la espera de pasar ante el Tribunal de Orden Público (TOP), juicio que finalmente tuvo lugar en 1976. Hasta llegar a aquella sala, con 22 años, inició una “pequeña turné por las prisiones de Burgos, Valladolid y Valencia hasta llegar a la de Carabanchel”, recuerda. Ya en prisión reconoció los delitos que se le imputaban: pertenencia a banda armada, depósito de armas, voladuras de varios coches de empresarios, colocación de ikurriñas, lanzamiento de cócteles molotov y pintadas, entre otros cargos.

Allí coincidió con el historiador Josu Txueka. “En mi caso no hubo juicio, pero se me detiene y encarcela por un delito que en el resto de Europa no existía”, subraya. Estuvo acusado de propaganda ilegal, una acusación que estuvo “refrendada con documentos para darle base jurídica”. Por este motivo, define como “un acto de justicia” tener acceso a documentos oficiales que “atestigüen lo que hemos pasado”. Antes de que se promulgase la Ley de Amnistía de 1977, fue puesto en libertad provisional gracias a que “hubo pequeños indultos”.

Bujanda sí fue enjuiciado. Cuando llegó el día del juicio, afirma este donostiarra padre de dos hijas, eran “alrededor de cinco las personas” con las que se sentó ante el tribunal. Él era quien más condenas acumulaba: dos de 17 años, cada una. Siempre reconoció los hechos. “En el piso franco en el que me pillaron encontraron explosivos, cuerda detonante y panfletos”. Esta fue la primera causa que me imputaron, la segunda estaba relacionada con un motín en la cárcel de Iruña.

“Yo era amigo de Txiki, al que fusilaron antes de morir Franco, y nos amotinamos. Nos encerramos en el último piso, sacamos unas ikurriñas, gritamos y cantamos el Eusko Gudariak”. Todos los implicados fueron trasladados a una celda de castigo e iniciaron una huelga de hambre. Txueka y Bujanda coinciden en señalar que como “Franco se iba a morir”, tenían la intuición de que aquello “no podía durar mucho más”.

El motín

En aquel motín, como ya había hecho al ser detenido, Bujanda dio un paso al frente: “Asumí la responsabilidad de haberlo organizado porque era cierto. Era consciente de que me correspondían otros 17 años de prisión”. Relata cómo fue en 1974 cuando entró en contacto con ETA y le detuvieron tras intentar “reestablecer la organización en Nafarroa, que acababa de sufrir ‘una caída’”. “Tiraron del hilo y me pillaron”, afirma. Sobre el día del juicio, recuerda tener en la cabeza el vídeo del Consejo de Burgos de 1970. “Quería romperlo como hizo (Mario) Onaindia pero no lo hice por mis compañeros”. Así se lo recomendó su abogado y amigo Juan Mari Bandrés, quien le dijo que si lo hacía iba a “fastidiar a los demás”. La protesta fue individual. Bujanda entró en la sala luciendo kaiku verde y txapela.

Ahora cuando lo piensa, le entra la risa. Además del juez José F. Mateu, relata que estaban el fiscal, su abogado, familiares y amigos de todos los procesados. “Nada más verme Mateu me pidió que me quitase ‘el gorro’ pero me pasé todo el juicio con el kaiku puesto”. Mientras avanzaba la sesión, solo quería enlazar su mirada con “la del aita y la ama”, recuerda emocionado.

Tiene desdibujada la cara del magistrado que le condenó a 34 años de prisión. Entre las imágenes, sobrevuela ese “abrazo breve pero intenso” que le permitió dar a sus padres tras ser sentenciado. Bujanda volvió a la cárcel de Carabanchel. “Con la ley de amnistía al principio salieron los menos malos, yo tuve que esperar un poco más pero tuve suerte”.

Esta es una de las muchas historias a las que hace referencia la documentación que espera digitalizar en los próximos meses Gogora. Tras la firma, este pasado martes, de un acuerdo con el Ministerio de Cultura, el instituto digitalizará los sumarios contra vascos del Tribunal de Orden Público. Txueka asegura que el volumen de documentación del TOP es de “millones de documentos” porque “cualquier incidente de ‘orden público’ era recogido en un expediente”. Un delito de reparto de propaganda ilegal, estima, era anotado en un expediente de 80 hojas. “Los sumarios más grandes con quince implicados pueden superar los 2.000 folios”, especifica. En este último supuesto se enmarcaría el proceso de Bujanda.

El historiador confía en que como “persona afectada” pueda acceder personalmente a los archivos. Aunque tiene dudas sobre cómo van a poder acceder investigadores como él. Más aún cuando, según denuncia, son frecuentes las trabas a la hora de acceder a materiales ligados a la historia de los represaliados vascos. Las más inhóspitas, tener que copiar a mano la documentación o tener limitar el acceso “a 60 páginas por día”. Se escudan, critica, en la Ley de Protección de datos y en la de Secretos Oficiales. “Seguimos sin saber la cantidad de personas encausadas por pertenecer a un sindicato, por escribir un libro… la historia se ha escrito con trazo grueso”, sentencia.

El predecesor jurídico de la Audiencia Nacional

El 2 de octubre de 1963, cuando vio a Francisco Franco en la televisión del bar, Timoteo Buendía gritó: “¡Me cago en Franco!”. Este ataque de sinceridad le costó muy caro, fue condenado a diez años de cárcel por el Tribunal de Orden Público (TOP). Fue el primero en pasar por el TOP, el siniestro instrumento con el que la dictadura franquista reprimió las injurias al jefe de Estado o delitos como la asociación ilícita, por el que se condenaba a aquellos que militasen en partidos y sindicatos no autorizados por el régimen. Se trató de un entramado judicial represivo, que operó de la mano de la Brigada Político–Social, encargada de obtener confesiones de las personas detenidas a base de torturas y palizas. Cualquier atisbo de disidencia era aplacado de manera fulminante, logrando así atemorizar a la población y apagar la más mínima tentación de pronunciarse en contra de lo establecido. Siete de cada diez personas llevadas ante el TOP, que en total impuso 11.958 años de cárcel, eran de clase obrera. En el punto de mira estaban además sindicalistas, estudiantes y nacionalistas. El juicio con mayor número de procesados fue contra 40 mineros asturianos, y los inculpados con más sentencias del TOP fueron el minero Nicolás Corte y los fundadores de CCOO Eduardo Saborido y Marcelino Camacho. El 4 de enero de 1977, a través del Decreto Ley aprobado por Adolfo Suárez a instancia del ministro de Justicia Landelino Lavilla, el TOP fue suprimido. Sin embargo, las competencias de dicho tribunal fueron asumidas por la Audiencia Nacional y también fueron trasladados la mayoría de los jueces que dictaron aquellas condenas contra movimientos políticos y sindicales. Se calcula que como mínimo, diez de los dieciséis magistrados que tuvieron plaza titular en el TOP –el 63%– fueron, en democracia, jueces del Supremo o la Audiencia Nacional. Es más, el empeño por hacer cumplir la ley franquista del presidente de aquel primer TOP, Enrique Amat, fue recompensado con un ascenso al Supremo en 1971. Los otros dos magistrados que resultaron premiados fueron José F. Mateu, asesinado por ETA en 1979 –y que saltó al Supremo en 1977–, y Antonio Torres-Dulce, que se jubiló en 1986 como presidente de la Audiencia de Madrid.

2023-10-10T07:13:02+02:00
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