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Recuerdos y deseos de Mikel Landa

Mikel Landa, durante el pasado Giro de Italia.

Todo es para ayer en una era apresurada que cabalga desbocada sin saber muy bien en qué dirección. Huye el tiempo, que corre despavorido. Los almanaques parecen incunables, legajos del pretérito perfecto. Ese expreso de la prisa se ha acelerado en la carretera. Nacidos para correr. Los más jóvenes empujan con ferocidad y no conceden respiro. Talento, apnea, jadeo y descaro, el nuevo ciclismo. Mikel Landa (Murgia, 13 de diciembre de 1989) no responde a ese arquetipo que sublima a Pogacar, Van der Poel, Van Aert, Bernal o Evenepoel por edad.

Recién cumplidos los 32 años, en plena madurez, el escalador de Murgia se encuentra ante el desafío de inmiscuirse entre los nuevos regentes del ciclismo, Roglic incluido, que pertenece a su quinta, si bien su enganche al ciclismo fue tardio, aunque tremendamente exitoso. "Tengo que mejorar cada año para ser cada vez mejor", expone Landa, consciente de que los viejos campeones: Froome, Nibali, Thomas o Quintana no mandan y que él debe recuperar su mejor versión para poder competir con los voraces muchachos.

"Necesito algo de suerte. Pero sé que si estoy bien de salud, puedo dar lo mejor que tengo", determina el escalador de Murgia, vapuleado el pasado curso tras la punzante caída en el Giro de Italia, que le descompensó la campaña después de un esperanzador comienzo. Tercero en la Tirreno-Adriático por detrás del incomparable Pogacar y el no menos exuberante Van Aert, Landa alcanzó el Giro es un estado óptimo de forma. Después, en la quinta etapa, la Corsa rosa se fundió a negro para él antes de llegar a Cattolica, cuando el infortunio se ensañó con el alavés.

Landa abandonó el Giro entre los gritos de sirena de la ambulancia. El accidente le provocó la fractura de clavícula y de varias costillas. Se le astilló el año. Las heridas y el posterior tramo de sinuosa rehabilitación deshilacharon su empeño aunque se anotó la Vuelta a Burgos. "Lo que Mikel necesitaba era parar del todo. Un descanso de verdad para acometer la nueva temporada", sostienen desde su entorno.

"El año pasado viví una temporada muy complicada debido a la caída del Giro, así que uno de mis objetivos es volver a ser competitivo", desgrana Landa. El ciclistas alavés está obligado a reconstruirse frente a unos competidores extraordinarios que no conceden ni una sola pulgada de aliento. Podio en el Giro de 2015, el año de su explosión, cuarto en la edición de 2019, cuarto en el Tour de 2017 (se quedó a un segundo del podio que ocupó Bardet) y en el de 2020, sexto en la Grande Boucle del 2019, Landa acumula bellos pasajes del pasado, pero se impone, implacable, el lenguaje del presente.

La nostalgia y las imágenes en sepia perviven en la memoria y rellenan las sobremesas, pero no alimentan la prosa de la realidad ni las exigencias de la cadena de mando. Landa tiene que desprenderse del abrigo de plomo de 2021 para volar. Sin apenas cambios en el calendario de 2022, quiere reproducir sus mejores actuaciones en Italia y Francia. En rosa y amarillo. Si bien aún no ha fijado del todo sus objetivos, el doblete de correr el Giro y el Tour estimulan la ambición del alavés.

"El gran objetivo es el Tour de Francia, pero también el Giro de Italia puede ser una buena oportunidad porque hay poca contrarreloj. No sé si finalmente estaré en uno u otro, pero lo ideal sería hacer las dos carreras", determina Landa, gran fondista, que en 2019 fue capaz de alcanzar el cuarto puesto en la carrera italiana, donde perdió el podio por apenas 8 segundos, y fue sexto en el Tour. El escalador de Murgia quiere regresar a ese escenario y brillar. Los recuerdos y los deseos de Landa.

14/12/2021