Política

Por un futuro con memoria

Urkullu pide a la izquierda abertzale “una reflexión valiente y una autocrítica sincera” en el contexto del tributo a Miguel Ángel Blanco en Ermua, donde hubo contención en las críticas al Gobierno de Sánchez
Iñigo Urkullu deposita una flor en la ofrenda celebrada en la plaza San Pelayo de Ermua una vez acabado el acto de Estado.
Iñigo Urkullu deposita una flor en la ofrenda celebrada en la plaza San Pelayo de Ermua una vez acabado el acto de Estado.

Socioculturalmente, como todas las sociedades, entre ellas la vasca, Ermua no es la misma que hace 25 años. Tampoco en lo político. Basta echar un vistazo a la composición de la corporación municipal en 1999, dos años después del secuestro y cruel asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA, y compararla con la actual, gobernada por idénticas siglas pero con otra tendencia en cuanto a polos identitarios, que no es lo mismo que frentes. No en vano, hay una generación que no conoció lo que se respiró entonces por estas fechas en sus calles y en las de toda Euskadi, que hoy, y desde hace una década, camina y se construye en paz. La misma que reinó en el acto de Estado celebrado ayer en el polideportivo de la localidad vizcaína bautizado con el nombre del edil del PP a quien la banda terrorista quitó la vida. Transcurrió sin pasarse de decibelios, o al menos sin el ruido que hubiera desvirtuado el homenaje al verdadero protagonista. Aunque en los mensajes se coló uno de los ausentes, Bildu, esta vez, y no la víspera, se impuso la sensatez. El homenaje a Blanco sirvió para que el lehendakari, Iñigo Urkullu, se dirigiera, sin citarla, a la izquierda abertzale al exigir “una reflexión valiente y una autocrítica sincera a quienes ejercieron y ampararon el terrorismo”. “No debemos, ni queremos, hacer borrón y cuenta nueva, como si nada hubiera ocurrido”, señaló, en aras de edificar “un futuro con memoria, asentado en la verdad” y que “deslegitime” la injusticia “ética y política” de la violencia que practicó ETA.

Abrasada por una canícula semejante a la de aquellos días de julio, la matinal en Ermua se distinguió de otras por el amplio dispositivo de seguridad en la zona, desbordada por los profesionales de la comunicación, y llegaba bajo la incógnita de si las palabras que pronunciara Marimar Blanco, hermana del concejal, provocarían el incendio dentro. No hubo tal. Al menos en el interior. Por encima de las desavenencias en las estrategias de los partidos, era el momento de recordar a los 854 asesinados, entre ellos, en 1980, un vecino del pueblo, Sotero Mazo, y, cómo no, a Miguel Ángel Blanco. “Hoy, por un lado, miramos al pasado, al sufrimiento padecido; y también al futuro, con esperanza (..) Su secuestro y asesinato nos conmocionó, nos golpeó, nos interpeló. Miramos al pasado para condenar todos y cada uno de los asesinatos, secuestros, persecuciones o amenazas”, rememoró Urkullu, que echó la vista atrás para repetir una idea: “ETA no fue la consecuencia inevitable de un conflicto político. Por el contrario, fue una decisión voluntaria y consciente para imponer sus tesis a través de la violencia”.

El líder jeltzale, que al entrar al recinto estrechó la mano e intercambió unas palabras con Marimar, abrazó simbólicamente a las víctimas de modo que “su mirada, su experiencia y su testimonio son el objeto de nuestras prioridades. Les debemos el compromiso de nuestra sociedad y nos debemos a las nuevas generaciones”. “Memoria para la convivencia, con esperanza”, corroboró el jefe del Ejecutivo vasco, quien ahondó en cómo el fin de ETA en 2011 y su disolución en 2018 “abrió una nueva etapa y nos sentimos libres”. Una metamorfosis que dejó “un pueblo golpeado, con heridas que tardarán en cicatrizar, pero que tiene derecho a construir su presente y su futuro, libre del terrorismo” y a través de “una verdad clarificadora, sanadora, transformadora y reconciliadora”. El lehendakari exhortó a afanarse en la tarea pendiente de “una convivencia cimentada sobre la no repetición: nunca más”. Y que conlleve una “deslegitimación radical de toda expresión de violencia” y se sostenga y agigante “sobre el respeto, el diálogo y el pluralismo político”. Una Euskadi en paz gestada “sobre la defensa y ejercicio efectivo de los derechos humanos, y mediante principios y valores éticos y democráticos”. Este legado es, a juicio de Urkullu “el mejor homenaje” que se puede tributar a Blanco, que dejó, como rezaba el cartel del acto, “una huella imborrable”.

Los reproches, en el exterior

Las disensiones sucedieron fuera, a golpe de algunos de los micrófonos del centenar largo de periodistas acreditados. Ahí, el PP aprovechó para reprochar al Gobierno de Pedro Sánchez que firme acuerdos con EH Bildu, mientras los socialistas les devolvían la pelota sacando lustre a su lucha contra ETA y censurando que la derecha “demonice” ahora la Ley de Memoria Democrática, que el partido de Alberto Núñez Feijóo pretende derogar cuando llegue a La Moncloa. El acto en sí, donde predominó más el tono institucional, había arrancado con retraso –una vez el rey Felipe VI llegó sobre las 12.20 horas– y fue conducido por Ana Aizpiri, periodista y víctima de ETA, y en él se produjeron instantes para la emoción, cuando se emitieron vídeos con la palabras de familiares de víctimas como Marta Buesa, Naiara Zamarreño o Ana Iribar, entre otras. Además de la ausencia de EH Bildu, declinaron la invitación asociaciones como la AVT o Dignidad y Justicia por los acuerdos del Ejecutivo con la coalición soberanista –sí que estuvo Covite–, partidos como Vox, así como el expresidente del Gobierno español, José María Aznar, que por contra había acudido el día anterior al homenaje al edil preparado por su propia formación para despacharse a rienda suelta.

A su conclusión, las autoridades se desplazaron al monolito del parque de San Pelayo, donde depositaron flores, una ofrenda que siguió acompañada por música de violonchelo. Ahí sí que se desparramó toda la tensión latente y se pudieron escuchar pitidos y abucheos contra Sánchez y aplausos al monarca por parte de unas decenas de personas agolpadas para inmortalizar el momento.

Como minutos antes del acto afirmó el presidente del EBB, Andoni Ortuzar, no era “el día para la discrepancia, se viene a sumar y no a dividir”, demandando de paso “generosidad y altura de miras para saber lo que pasó hace 25 años”. “Que este acto sea una vacuna para que la violencia no tenga ningún espacio más en nuestras vidas”, indicó, horas después de emplazar a la izquierda abertzale a la reconocer el daño causado y a enterrar su lenguaje alambicado para no hablar con claridad.

Se apeló al espíritu de Ermua, que no pocos entienden como un concepto que se manoseó para equiparar nacionalismo con el terrorismo. La energía brota mejor del recuerdo de Miguel Ángel. Por todas las víctimas. Por un futuro con memoria.

2022-07-12T06:59:02+02:00
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