Bizkaia

Padre Román: “Lo llamaba ‘el salón del tormento’ porque escuchaba problemas sin poder resolverlos”

“Que sean felices haciendo el bien”. Con este ‘tuit’ se despediría el padre Román de sus feligreses tras 23 años de labor social en la parroquia de San Felicísimo de Deusto
El padre Román se despide de la parroquia San Felicísimo de Deusto tras 23 años de labor social
El padre Román se despide de la parroquia San Felicísimo de Deusto tras 23 años de labor social

Hace unas semanas que Román Elexpuru ha hecho las maletas dejando atrás la parroquia San Felicísimo de Deusto, donde durante las últimas dos décadas ha visto llorar y hecho reír a partes iguales repartiendo alimentos y comprensión entre las personas más necesitadas. “Al sitio donde trabajaba lo llamaba el salón del tormento porque iba escuchando todos los días todos los problemas y a veces sin poder resolverlos”, cuenta este pasionista, que repasa su trayectoria y será premiado en noviembre por su labor.

Nació en 1942 en la localidad alavesa de Aramaio, en el seno de una familia humilde y numerosa. ¿Qué recuerdos guarda de su infancia?

Tuve unos padres muy buenos, un barrio, Azkoaga de Aramaio, fenomenal, la Suiza de Euskadi. Tengo unos recuerdos de pequeño en familia hasta los 11 años, porque después entré ya en el colegio apostólico de los pasionistas en Gabiria.

Estaba cuidando vacas de niño y un pasionista le propuso que usted siguiera sus pasos. ¿Qué cree que habría sido de su vida de no haber existido esa invitación?

Yo tenía ya la idea de antes. Tenía un hermano ya en el colegio. Vino aquel pasionista, habló con mi madre, mi madre me llamó y dije que sí. No estaba el padre en casa y había que contar también con él. Cuando se lo conté, me dijo: “Si tú quieres, yo qué quieres que te diga”.

Se ordenó como sacerdote con 24 años. ¿Siempre tuvo clara su vocación o ha tenido alguna vez dudas?

Pequeñas. Cuando tenía 14 años tuve mi viaje a Lourdes y se afianzó más todavía y después ya no más, ya he seguido firme adelante.

Ahora las vocaciones llegan con cuentagotas. ¿Por qué cree que hay falta de relevo en la Iglesia?

Las razones son múltiples. Ante todo, que las familias numerosas prácticamente no existen. En segundo lugar, el problema de la fe. Entiendo también que el hedonismo, el querer vivir bien, que es lo contrario a una vocación religiosa.

El Obispado de Bilbao ha promovido una investigación sobre los casos de pederastia. ¿Le ha faltado a la Iglesia entonar el ‘mea culpa’? ¿Ha contribuido esto a que se aleje la sociedad de ella?

El pecado siempre aleja. El pecado de la Iglesia, por supuesto, aleja a los cristianos que pueden vivir esa situación de querer la perfección y realmente la Iglesia no es perfecta. Yo creo que, efectivamente, para mucha gente ha supuesto un problema muy fuerte y seguramente, queriendo ver a la Iglesia buena y pura, verla así, pecadora, ha podido ahuyentar. El resto se sienten Iglesia y, a pesar de ello, continúan porque, aunque una madre sea pecadora, siempre se la acepta.

Estuvo destinado en Bogotá y trabajó con personas pobres, prostitutas, drogodependientes... ¿Qué destacaría de aquella experiencia?

Ha sido la más difícil de mi vida. Trabajaba en la calle de Bogotá, donde tenemos la casa, en un mundo difícil. Salíamos por la noche, con todo el peligro que supone, a encontrarnos con esas personas en la calle para manifestar que la Iglesia estaba con ellos. Era difícil porque había que tomar algo con ellos. Había dos opciones: el aguardiente o la gaseosa. La gaseosa te inflaba y el aguardiente te ponía... Había que tener mucho cuidado.

¿Cuándo llegó a San Felicísimo?

En 1999, después de estar diecisiete años en Colombia, ocho en Urretxu, cinco en Irun y uno en Madrid. He estado en la parroquia 23 años.

¿Qué diferencias hay entre cómo la encontró y cómo está ahora?

Ante todo, el número de personas. Cuando llegué venía mucha más gente a la Iglesia. Anteriormente ya existía una gran labor de atención a los más necesitados. A partir de 2002 y 2003, cuando llegó la gran inmigración, fueron aumentando tanto el número de personas, como las necesidades que hemos tenido que atender desde la comunidad pasionista, la parroquia y el voluntariado.

De los más necesitados he aprendido a vivir el amor. Ellos manifiestan sus necesidades y, a la vez, te ofrecen su cariño

¿Qué ha aprendido durante estos años de las personas necesitadas?

A vivir el amor. Ellos manifiestan sus necesidades y, a la vez, te ofrecen su cariño. He aprendido de muchos de ellos esa fe profunda que tienen. Es una religiosidad x, pero que supone una fe profunda en Dios y siempre el vivir agradecidos.

¿Qué historia humana le ha conmovido más en todo este tiempo?

Nuestro fundador, San Pablo de la Cruz, nos dice que en la fe entre los pobres hay que ver la cruz de Cristo. La experiencia siempre ha sido encontrarte con personas que realmente no tienen nada y a las que tú tampoco les puedes ayudar en lo que ellos necesitan muchas veces económicamente. Eso es muy duro.

Román Elexpuru enfrente de la parroquia de San Felicísimo de Deusto

Román Elexpuru enfrente de la parroquia de San Felicísimo de Deusto Jose Mari Martínez

Alertan de un invierno duro. ¿Le preocupan estas familias?

Todos los inviernos han sido muy duros y, por supuesto, la gente que está en la calle sufre mucho más. A veces los albergues no dan lo suficiente y la gente tiene que estar en los portales, los bancos... Eso, efectivamente, me preocupa.

A veces están en el punto de mira a cuenta de las ayudas sociales. ¿Qué les diría a quienes desconfían de un colectivo tan vulnerable?

Todo el mundo necesita ayuda: pobres, excluidos... Necesitan de esas ayudas sociales sean de una parte o de otra. A las personas que miran un poco de reojo o mal las ayudas que se dan a la gente que pueda venir de fuera o tienen un poco de precaución o miedo a que las ayudas se estén dando a colectivos que igual no las necesitan hay que decirles que errores siempre hay, pero lo fundamental es la persona y esa persona necesita ayuda tanto institucional como de cada persona de las comunidades cristianas.

Deja la parroquia después de 23 años. ¿Qué mensaje les dejaría como despedida a sus feligreses?

Que sean felices haciendo el bien.

¿A dónde ha sido destinado ahora y qué función cumplirá allí?

A Angosto. Es un santuario mariano y tenemos allí una casa de ejercicios. Atendemos a las personas que van allí a retirarse para la contemplación y también la parte pastoral de doce parroquias de Valdegovía.

¿No piensa en retirarse?

Eso la edad dirá. Yo ya tengo 79 años y algún día diré: Hasta aquí he llegado, pero, por ahora, hasta que me dé la cuerda, sigo.

El 17 de noviembre recibirá el premio solidario de la Fundación Menchaca por su labor social en San Felicísimo. ¿Le da pudor?

Si soy sincero, me da vergüenza. En segundo lugar, entiendo que la gente ha visto que se ha hecho una labor de conjunto y, en ese sentido, acepto el premio, no para mí, sino para toda esta gente que está trabajando en el reparto de alimentos y esta comunidad religiosa que ha asumido esa responsabilidad.

¿Cuál es el perfil de personas que acuden a recibir alimentos?

Son tanto nacidos en esta tierra como personas que vienen de fuera, pero mayormente el mundo del necesitado ha sido de inmigrantes. Es gente que busca mejorar la calidad de vida de su familia y quiere trabajar, pero muchas veces, como no tienen permiso, les cuesta encontrar empleo. Muchas de estas personas tienen problemas fuertes de vivienda, de enfermedades y a veces no tienen acceso a lugares donde puedan recibir ayudas.

¿Qué otros servicios les ofrecen?

Los servicios que hemos ofrecido desde la comunidad pasionista y la parroquia, con la colaboración de los voluntarios, son los destinados a cubrir las primeras necesidades. Hay un problema fuerte de alquileres y hemos podido pagar algunos alquileres. Hay un problema de servicios, luz, agua, problemas de alimentación y de vestido. De hecho, se reparten dos veces por semana alimentos y, en la medida de lo posible, se les ayuda con el vestuario y todo aquello que pueda ser útil, como la Barik, porque muchas veces no tienen cómo ir a estudiar. También les ofrecemos orientación sobre dónde acudir para recibir estas ayudas.

¿Cuál es su mayor satisfacción?

La mayor satisfacción es poder quitar las lágrimas y hacer sonreír.

2022-10-13T17:02:03+02:00
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