La Real tenía que ganar ayer sí o sí. A nadie se le escapa que el Almería es más competitivo de lo que manifiestan los pocos puntos que ha logrado hasta la fecha, pero es el colista y solo había ganado un encuentro en todo el campeonato. Ya hemos entrado en la fase decisiva de la Liga y no se admiten errores inesperados y sonoros. Con la del Mallorca en la vuelta de la semifinal se tenía que haber cerrado el capítulo de patinazos en casa. Pero no fue así. En el partido más accesible de lo que restaba de Liga, la Real regaló un gol y después se dejó igualar a falta de dos minutos en un penalti que además significó la roja de Zubeldia. Tanto Zubimendi, que vio la quinta amarilla, como el azkoitiarra no viajarán a Getafe. Peor imposible.
Esta Real está protagonizando una temporada global notable, sobre todo si acaba en puestos europeos, que no hay pasar por alto que se debe enfrentar a los tres gigantes y visitar el Benito Villamarín. Pero mantiene una sonrojante deuda en casa con su hinchada, a la que le debe bastantes alegrías. En una semana en la que había que reivindicar como fuese el sentimiento txuri-urdin porque lo hemos pasado mal por lo que pudo haber sido y se quedó en nada, no es aceptable que la Real tropezase de nuevo en su guarida ante un rival bastante inferior que no se llevó los tres puntos por los pelos. Y una de las causas, tan repetida, es que no se puede afrontar una temporada tras larga sin contar con un pilar básico como es el disponer de un punta con el colmillo retorcido capaz de desnivelar cualquier contienda en solo una jugada. Por muy aislada que esta sea. De los que no necesita más de dos balas para clavarla en la red. Es que aquí el que sigue sacando las castañas del fuego es Superman, porque si Becker es Spiderman, Oyarzabal es Superman. Cuando sale André Silva sigue sin oler una pelota y la acción más destacada de Sadiq fue las risas que se echó con sus ex compañeros en la banda porque volvió a quedarse sin salir. Un auténtico desastre que esperemos que no tenga consecuencias posteriores y colaterales, porque este empate es de los que escuecen y deja secuelas. Al tiempo.
Volvía el fútbol a Anoeta un mes después y lo hacía en un mal horario. Puede que el peor. Se admite el prime time televisivo cuando visita Donostia uno de los gigantes, pero en un partido entre terrenales la verdad es que un domingo a las 21.00 horas es demasiado tarde cuando gran parte de la masa social es del territorio, muchos son niños y mañana es día de labor.
El fútbol volvía a Anoeta
Llegaba el colista, un partido en el que se antojaba obligatoria la victoria sobre todo después de los resultados que se habían dado en la jornada con el triunfo del Betis y el pinchazo del Athletic. Imanol se decidió por dar entrada a Becker y prescindió una vez más de la figura de un 9 nato al colocar a Oyarzabal en la punta del tridente. Durante muchos minutos los realistas se obcecaron con los centros cuando carecían de un especialista y eso se tradujo en que hubo alguna jugada en la que le pelota pasaba de banda a banda sin encontrar rematador. Lo cierto es que la Real arrancó bien y, como tantas veces sucede, tuvo que ser un error grave que acabó en gol lo que hizo sonar, aparte de las alarmas, el despertador. Desde ese momento, los realistas tocaron arrebato y acorralaron a un colista que sobrevivió gracias a milagrosas paradas de su buen portero, un larguero y un par de disparos que salieron lamiendo la cepa del palo.
A los tres minutos, un buen córner de Zakharyan lo prolongó Merino con un vuelo espectacular y el rechace de Maximiano no lo pudo convertir en gol Oyarzabal. Merino culminó con un fallido disparo la citada jugada de los cuatro centros. Un centro de Embarba al que no llegó Luka por poco puso sobre aviso a los realistas a los que les costaba imponerse en el área. Después de varios minutos insulsos, un cambio de banda sin aparente peligro de Pubill a Embarba lo convirtió en ocasión manifiesta de gol Traoré con un piscinazo ridículo y el exrayista no perdonó. Reincidente lo del capitán de Malí…
El toque de corneta fue inmediato ya que dos minutos después un centro de Galán lo remató de forma acrobática y con los tacos Becker. Un muy buen tanto, de muy compleja factura, ya que entró rozando el palo y no estaba tan cerca de la portería. El lateral extremeño estuvo cerca de marcar el segundo con un disparo cruzado de un Maximiano que se rehízo de forma increíble para salvar con el pie el posterior chut de Becker. Oyarzabal tras un sublime caño en el área estuvo lento para definir y Zubimendi se topó con el larguero tras una preciosa internada de Becker que hizo la pared con un Zakharyan en una versión mucho más sosa que la de Vitoria. En cambio el surinamés completó una gran primera mitad, plena de verticalidad y de buenos centros y remate casi todos a la primera, como marcó en estreno en Vigo. Una suerte que no es fácil dominar. En la prolongación a Barrenetxea que estuvo un poco perdido, se les escapó por muy poco un centro perfecto de Oyarzabal situado en la línea de fondo tras un saque de banda de Galán.
En la reanudación la Real salió fuerte dispuesta a ponerse cuanto antes en ventaja. Y la realidad es que los minutos pasaban y el empate no se movía del luminoso. Después de un gol anulado a Oyarzabal por fuera de juego de Galán, que era quién había centrado, Zakharyan rozó el segundo con un disparo que se fue desviado tras un recorte en seco magnífico. En el minuto 58, aún sin cambios, Zubimendi centró desde la izquierda, en el segundo palo apareció Becker que no se sabe muy bien si queriendo o no sirvió otro balón perfecto para que apareciera por ahí el de siempre, don Mikel Oyarzabal, para empujarla a la red en una acción que tuvo que ser revisada por el VAR.
Con los cambios llegó la caraja realista
Con los cambios llegó la caraja realista y Lozano estuvo a punto de entrar y besar el santo al aprovechar una duda en una salida de Remiro y prolongar el posterior chut de Ramazani. Los dos delanteros sembraron el caos en Anoeta.
El equipo pasó a jugar con un 4-4-2 con Kubo en la media punta, pero los cambios de Imanol provocaron un desbarajuste táctico del que no se recuperó su equipo, que claramente fue a peor y no estuvo en ningún momento cerca de sentenciar el duelo. En el minuto 88, Ramazani centró y Lozano quiso darse la vuelta para quedarse solo ante Remiro pero Zubeldia, de manera tan inocente como imprudente le agarró de forma continuada y Díaz de Mera no lo dudó. Penalti y expulsión, que ya nos explicará por qué, ya que el ariete se encuentra de espaldas a la portería y sin el control claro de la pelota. Embarba no desperdició el segundo regalo y segundos después, en plena verbena defensiva de los realistas a la altura de la inicial de los visitantes, Ramazani remató al lateral cuando la grada ya se tapaba los ojos.
Las cuentas eran cuatro de cuatro. Se había hecho lo más importante, el punto de inflexión en Granada, el volver a ganar en casa ante el Cádiz, el triunfo en un derbi y solo faltaba la guinda ante el colista. Y hasta en esto falló con la espada al entrar a matar la Real. La herida sigue abierta en Anoeta. Y la deuda crece. Ahora habrá que ganar al Madrid…