Polideportivo

Mendilibar obra el milagro también en la Europa League

El Sevilla consigue su séptimo título continental tras ganar a la Roma de Mourinho en los penaltis
Los jugadores del Sevilla celebran el último gol de Montiel.
Los jugadores del Sevilla celebran el último gol de Montiel.

Dice José Luis Mendilibar que es un tipo “normal”. Un hombre común y corriente. Sin embargo, la afición del Sevilla le otorgó la providencia de su equipo, le puso en un altar e incluso se acostumbró a pedirle favores. Como si le rezaran a la mismísima Macarena. Porque los hacía. De hecho, hace dos meses y medio, cuando el técnico vizcaino se sentó en el banquillo del Sánchez Pizjuán, pocos en la capital hispalense se atrevían a pensar en Budapest. En la final de la Europa League. Con todo, Mendilibar les puso ahí, después de corregir una pésima situación liguera y colocar al equipo a dos puntos de la Conference League. El técnico de Zaldibar fue el elemento disruptivo que tomó el timón de un navío a la deriva en medio de una galerna. Pero ganar un título europeo ya era un favor de los grandes. Un milagro. Solo que Mendilibar ahora también concede milagros.

Y eso que el técnico vizcaino llegó a Hungría con tan solo seis encuentros europeos a sus espaldas: dos con el Athletic (en la extinta Intertoto en 2005) y los cuatro de este curso con el Sevilla: los dos ante el Manchester United y los dos frente a la Juventus. Y en frente tenía a la Roma de un Jose Mourinho que había ganado las cinco finales continentales que había disputado hasta el momento. Que sabía jugar este tipo de envites. Que sabía lo que se hacía. Pero como se dijo en la previa, la historia en el fútbol poco cuenta. Así que Mendilibar comenzó la suya propia.

El encuentro comenzó con ambos equipos jugando prácticamente a lo mismo: balones largos en busca de sus torres arriba. En-Nesyri para el Sevilla, Abraham por la Roma. Cierto es que el segundo estuvo bastante más acertado que el marroquí, sin embargo, la primera ocasión del encuentro llegó en forma de jugada colectiva. El conjunto de Mourinho logró trenzar cuatro pases seguidos, gracias a la calidad de Dybala y Celik, para que el pase atrás del argentino lo fusilara Spinazzola a los puños de Bono. Qué salvada para el Sevilla. A partir de ahí dominaron los italianos hasta que el gol de Dybala en el minuto 34 hizo justicia a lo visto hasta el momento. Un inusual error de Rakitic en la salida del balón facilitó el contragolpe perfecto: Cristante roba, mete un pase en profundidad perfecto para la carrera del delantero argentino, que se perfiló y para dentro. El 0-1 espabiló al Sevilla, que mejoró en el tramo final de la primera parte e incluso Rakitic tuvo la oportunidad de resarcirse al reventar el balón en el poste de Rui Patricio; pero la Roma supo defenderse y el descanso llegó justo cuando mejor estaban los de Mendilibar.

El técnico vizcaino utilizó el descanso para corregir la alineación. Dio entrada a Suso y Lamela y cambiaron el partido. Hundieron a la Roma físicamente y la encerraron en su área. El Sevilla buscó el error rival y lo encontró en el 54, cuando Mancini envió dentro de su propia portería un buen centro de Navas hacia la cabeza de En-Nesyri. La final volvía a las tablas y entonces subió la intensidad y el ritmo. Se pidió penalti a favor de la Roma, se pidió penalti a favor del Sevilla. Pero no se pitó ninguno. Y las ocasiones llegaron como nunca: Bono se la sacó a Belotti y En-Nesyri, Lamela y Fernando perdonaron en la prolongación.

El infarto de la prórroga

La prórroga fue del Sevilla y Mourinho lo sabía. El técnico luso intentó que el tiempo pasara sin que la pelota rodara. Lo consiguió hasta fingiendo una pelea. A pesar de todo, la última del partido lo tuvo Smalling, que estrelló un cabezazo en el larguero tras un saque de esquina. Mendilibar se desgañitaba en la banda. Y así se llegó a los penaltis.

El azar del sorteo quiso que se tiraran en la portería defendida por la afición del Sevilla. Así que empezaba bien para los de Mendilibar. Ocampos cogió el balón con confianza e hizo el primero con tranquilidad. Pero Cristante igualó de nuevo con un disparo potente, a ajustado al palo de un Bono que acertó, pero no lo suficiente. Lamela también ajustó con tino, pero al otro lado. Pulsaciones a mil. Y entonces Bono paró a Mancini. El Sevilla estaba más cerca del título. Rakitic hizo el tercero y lo dedicó a la grada. El hombre tranquilo. 3-1 y toda la presión para la Roma. E Ibáñez no supo gestionarla. Mandó la pelota al palo y salió limpia. Montiel erró pero el árbitro mando tirar otra vez. El portero se había adelantado. Y esta vez el argentino no falló.

2023-06-01T22:27:02+02:00
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