La firma de ropa deportiva que equipa a la selección de fútbol de Dinamarca presentó anteayer la camiseta que vestirá el combinado nórdico en el inminente Mundial de Qatar. Ya, muy bien, ¿y cuál es la noticia? Pues la literatura que se le echó al evento.

En las Redes Sociales de esta compañía danesa que prosperó en la Alemania de Hitler se contó a todo trapo que la elástica contiene un porrón de mensajes.

Así, el logotipo va difuminado, al igual que el escudo del país porque, y aquí va la cita literal, "no queremos ser visibles durante un torneo que ha costado la vida a miles de personas".

Se refieren a los más de 6.500 trabajadores, todos inmigrantes, que se han dejado la piel construyendo los estadios en los que se va a disputar la competición.

No me digan que al primer bote no resulta una declaración digna de aplauso. Lo que pasa es que luego te paras a pensar y empieza a no de cuadrar del todo la cosa,.

Primero, porque el logo, aunque velado, está. Segundo, porque la directa quizás hubiera sido negarse a realizar la equipación y explicar el por qué. O realizarla y haber dejado esa explicación para cuando se halla celebrado el torneo.

Llámenme mal pensado, pero me huele a operación de marketing que es un primor. O, en el mejor de los casos, a postureo buenrollista, amén de fariseo, para la galería.

Claro que también es verdad que esta firma, al menos, se ha pronunciado sobre una cuestión en la que todo el mundo del fútbol y sus satélites están de perfil o vestidos de lagarterana.

La participación en un campeonato que se celebra en un país que pisotea sistemáticamente los derechos humanos.