Después de haber recibido hasta en el cielo de la boca por mis dos recientes parraplas sobre el artificialmente inflado pifostio de la OSI de donostialdea con la demolición de Osakidetza como objetivo ansiado, subo un peldaño más en osadía inconsciente como decía aquel fabuloso eslogan publicitario sobre una colonia machirula, que en las distancias cortas es donde un opinatero se la juega. Así que tomo aire cierro los ojos y aquí y ahora les digo que estoy razonablemente a favor de los huevos envasados que ha puesto a la venta Mercadona. Si no muestro un entusiasmo mayor, es porque no me acaba de gusta es la barbaridad de plástico en el que se dispensan, espero que como le leí al, denostado pero forrado autor de la patente, pronto encuentren un envoltorio más respetuoso con el medio ambiente.
En cuanto a todo lo demás, mis dieces con el producto, que tanto encabrona a los espolvoreadores de pensamiento correctísimo, Me desorino con perdón, al ver como hiperventilan por que haya peña que no sepa o no se le ponga, freír un simple huevo, ya quisiera yo ver a tanto santurrón en la faena, sin convertir la vitrocerámica en un cristo de salpicones de aceite, para acabar pariendo un amasijo infame de clara y yema o una zapatilla de dudosa digestión.
Mas allá de la superioridad moral, va siendo hora de asumir que la ensalada cortada, igual que las tortillas, las croquetas y las empanadillas precocinadas son simples opciones en el lineal del supermercado, a nadie le obligan a comprarlas.