Política

"Echo de menos más contundencia del Gobierno y la monarquía contra el régimen de Irán"

La activista Nely Saberi representó el pasado viernes en Pamplona al cineasta Jafar Panahi, encarcelado desde julio tras las últimas protestas en el país
Nely Saberi, el pasado viernes por la tarde en Pamplona
Nely Saberi, el pasado viernes por la tarde en Pamplona

Llegaron los ayatolás y se fueron muchas cosas: los derechos, la vida normal, el arte. Y también Nilufar Saberi, Nely (Teherán, Irán, 1966), y su familia. Sus padres habían sido los magos del Sah: recorrían el país haciendo shows y acababan de abrir la primera tienda de ilusionismo del país. Los clérigos prohibieron la magia al día siguiente: era una brujería obscena, antireligiosa y contrarrevolucionaria. Y encima con mujeres maquilladas.

Llegaron al madrileño barrio de La Elipa con lo puesto. Dejaron la magia y se pusieron a vender tabaco, a cuidar enfermos y niños, a limpiar casas. No existían asociaciones de acogida. Pero había vecinos y buena gente.

Un día, gracias al empeño de dos iglesias del barrio, retomaron la magia. A 6.000 km de su país, lejos de los integristas, en el altar de una iglesia católica y con el cura vendiendo entradas. Con aquel dinero pagaron la entrada del primer piso que se compraron sus padres en Madrid. “Fíjate qué diferencia”, acierta a enhebrar Nely, entrecortada de emoción.

Desde entonces recorre los pueblos denunciando la masacre silenciosa en un país hermético, tiranizado por los clérigos del islam político. Ahora hay que presionar desde fuera, dice. “El régimen está más débil que nunca”.

Después de tantos años, ¿las protestas generan cada vez menos esperanza?

–Revueltas ha habido siempre, desde el momento cero. Pero ahora el pueblo iraní sabe que una reforma es imposible, que el régimen solo puede caer. Hay toda una generación que no quiere vivir como sus padres y ha perdido el miedo.

¿Hay posibilidad de tumbar el viejo régimen? 

–Los jóvenes que protestan graban todo, porque es la única forma de mostrar al exterior lo que ocurre en Irán. Y tú ves esos vídeos y lo que dicen los jóvenes es que prefieren morir a vivir en un sistema islamista. Es una generación muy valiente, son valientes desde la desesperación.

¿Hay un cambio en marcha? 

–El cambio ya existe. Y no hay marcha atrás. Lo que va a variar es el tiempo. Y dependerá en gran medida de lo que haga el resto del mundo. Si los gobiernos siguen haciendo tratos con un régimen terrorista al que compran petróleo barato, costará más tiempo. Europa tiene que ser consciente de que no puede alimentar el fundamentalismo en Irán, que es igual de fundamentalista que el que atenta en las calles de Europa.

¿Europa prioriza muchas veces el interés económico a los derechos humanos? 

–Soy muy crítica con los gobiernos europeos porque espero algo de ellos. De los países no democráticos no espero nada. Si Europa se tambalea y cierra los ojos, me duele más. Su cortoplacismo económico puede salir muy caro a la larga en forma de terrorismo.

¿Qué pronunciamientos le gustaría ver en los gobiernos occidentales, también el del Estado? 

–Hay que cortar el comercio con Irán, expulsar a los embajadores aquí y retirar a los embajadores allá. Suiza dice que no apoya las sanciones contra Irán porque va contra sus intereses económicos. Pues que Dios asista a Suiza a corto plazo. El integrismo es un virus que hay que erradicar, no se puede mirar a otro lado.

¿Tiene el régimen apoyo popular? 

–Calculamos que el régimen tiene 10 millones de simpatizantes, que encajan en lo que podemos denominar un estado fascista: el régimen oprime con violencia pero a la vez cultiva círculos empresariales, culturales...

¿Cree que verá un cambio en Irán? 

–¡Sí! Como mucho en un año.

¿El régimen está en uno de sus peores momentos? 

–Sin duda. Pero hay que tener en cuenta que nunca habrá una transición pacífica. Prefieren la destrucción del país a entregar el poder.

¿Qué se puede hacer contra eso?

–Ahogarlos económicamente. Tienen un ejército de mercenarios y el día que no puedan pagarles, se quedarán sin buena parte de las fuerzas de represión. Desde hace semanas, de Teherán salen cada día tres o cuatro aviones con destino a países europeos: están escapando y sacando el dinero de allí. El régimen siempre ha dicho que Irán como país no tiene valor si es fuera del islam. Ese mantra lo han usado para saquear el país.

Ha presentado en Pamplona la película de un cineasta iraní encarcelado, Jafar Panahi. ¿La cultura juega un papel importante en esa lucha?

–Es fundamental. A los creadores iranís les da una fuerza tremenda ver el respaldo que tienen sus mensajes en el exterior. También suelen decirme si no me parece postureo que personalidades de la cultura se corten el pelo en apoyo a las protestas: pues en absoluto. Solo por la repercusión que se hace de la revolución feminista que tiene lugar en Irán, ya es de agradecer.

Supongo que la oposición necesita cualquier gesto, a estas alturas.

–Totalmente. Lo que sí veo es que en otros países hay más apoyo a esas protestas. Alemania, por ejemplo, está siendo más cañero. España hace comunicados ambiguos, llenos de paz, amor y armonía, pero eso no evita ni una gota de sangre en Irán. España tiene históricamente buenas relaciones con la mal llamada República Islámica de Irán, daba igual el color político del gobierno de turno. Mismamente, la monarquía tiene buena relación con los países árabes. ¿Esto tiene que ver con que siempre se haya silenciado tanto lo que de verdad pasa en Irán?

¿Echan de menos más contundencia en el Gobierno del Estado? 

–Sí. A día de hoy también esperamos que se pronuncie la ministra de Igualdad, Irene Montero. Su silencio nos ha dolido muchísimo. Hay un sector de la izquierda que de alguna manera simpatiza con el gobierno de la República Islámica de Irán porque supuestamente es antiimperialista. Pero en Irán no hay ningún beneficio social para los iranís, la educación no es gratuita. Veo un desfase entre los dirigentes y los militantes de a pie, que sí entienden nuestro drama.

2022-11-14T20:04:03+01:00
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