Darío sobrevive a la montaña rusa del Manomanista

Una pelota que llueve desde el frontis del Labrit de Iruñea. Apenas milésimas de segundo. Se para el mundo de repente y el tiempo se vuelve elástico, denso. Alta tensión. Nervios a flor de piel. Uñas en el estómago. Gestos contraídos. Mandíbulas desencajadas. Una milésima de segundo de emoción que equivale a un millón de latidos. Dijo Miguel Hernández que más vale una gota de valentía que un océano de cobardía.

224 pelotazos antes, Darío Gómez se desencadenaba tras dos meses en barbecho por problemas de manos. Es complicado el camino invernal para un especialista como él: fuera de los focos del Parejas y con todos los huevos puestos en la cesta del Manomanista. Todo al colorado. Hoyo en uno. Y el riojano comenzó este sábado soberbio ante un desdibujado José Javier Zabaleta, al que endosó un 3-14 que le dejó temblando. El tercer clasificado de la edición de 2023 expuso razones con un planteamiento certero: mover, incomodar, asaetear desde el saque –el 0-3 fue un pelotazo al ancho violento y lleno de profundidad–. También dosis de riesgo para no alargar el partido. Dicho y hecho. ¡Bingo para Darío! Sin posibilidad de jugar recto y con la pegada secuestrada, el guardaespaldas se diluyó. El riojano, por contra, esbozó ritmo e ideas claras.

El zaguero de Etxarren, entretanto, alejado de su mejor versión, errático, coleccionó problemas hasta el 5-16. Una falta de saque de Darío, la segunda en su cuenta, cambió el envite. Se abrió una nueva era, la del pegador. Mal asunto. Dos manos llenas de dinamita. El Zabaleta que se esperaba tardó en aparecer 21 tantos. Tic tac. Bomba de relojería. Dejó a un lado la incomodidad para compactar. Tiró de pelota baja y pudo mandar en el peloteo, su ariete.

Pimienta y bajón

Del 5-16 al 14-17. Pimienta. Bajón azul. Una escapada con la diestra de José Javier dio oxígeno al riojano, que enlazó un saque y un saque-remate (14-20). Un error en un buen gancho devolvió el saque al zaguero. Y se puso 17-20. El último tanto fue un derechazo bestial, marca de la casa. Un zurdazo fuera dio la opción a Darío. Montaña rusa. De volantazo en volantazo. Locura.

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Y, tras 224 pelotazos, la pelota llueve del frontis. Y se para el tiempo. Y Darío, en una postura complicada, arriesgada, busca una dejada con la zurda. Besa la comisura de la chapa. Y el tiempo vuelve a correr. Inspira. Espira. Un millón de latidos. Valiente hasta la médula. Primer punto de cuartos del Manomanista para el riojano y una semana de descanso.