Bizkaia

Anastasiia Gryshko, refugiada ucraniana en Sopela: “Deseo la paz y volver a casa, ningún niño debe vivir una guerra”

Anastasiia ha “perdido mucho”, pero ha hallado A “muy buenas personas”
Anastasiia juega con Myron en el jardín de la casa.
Anastasiia juega con Myron en el jardín de la casa.

Dice Eugenia Kharytonchuk, trabajadora de la ONG Pertsonalde, de Getxo, que los refugiados ucranianos estas navidades no estaban para fiestas. “No tienes ganas ni nada que celebrar”, reconoce esta mujer, que también huyó con su hijo pequeño de la guerra. Mucho menos si el mismo día de Nochevieja, en vez de los fuegos artificiales típicos en el país, fueron misiles los que surcaron el cielo de Kiev. “Estábamos más pendientes de mirar las noticias en los móviles que de otra cosa”, reitera.

Con este panorama, pedirle a Anastasiia Gryshko que verbalice su deseo para el nuevo año da cierto reparo, pero es lo que toca por estas fechas. “Deseo la paz, la victoria para Ucrania y volver a mi país y a mi casa. Ningún niño debe vivir una guerra. Todos tienen que saber, el mío también, dónde está su hogar, que aquí estamos bien, pero en nuestro país, mejor”, expresa, mientras Eugenia trata de que Myron esté en silencio ofreciéndole ver La patrulla canina en el móvil. “Dice que prefiere unos dibujos de Ucrania de una furgoneta”, se da por vencida la traductora.

Sus hijos son para Anastasiia y Dmytro, como para la mayoría de padres y madres, su prioridad. “Si tiene una posibilidad de jugar con los juguetes, de estar con otros niños, pero no ver una guerra...”, reflexiona su padre con la certeza de que, por duro que sea, han elegido la mejor opción.

También Anastasiia lo cree, pese a que “es superduro dejar en tu país todo lo que tenías, lo que has hecho en toda tu vida, la casa que te has comprado, y empezar de nuevo sin saber el idioma. Menos mal que yo sabía inglés y pude contactar con otras personas, pero si no, es durísimo estar sola en otro país sin entender nada”, señala Anastasiia, que no tenía mucha libertad de movimientos con su hijo de tres años de la mano. “Al estar sin su padre mucho tiempo, necesitaba más atención mía, quería estar siempre conmigo”, dice.

A la ayuda de las abuelas, que hace que “los padres tengan más oportunidades para trabajar”, dice Eugenia, hay que añadir la que prestan las ONG, como Pertsonalde, que les echan una mano con la escolarización, la traducción, las consultas médicas... “Con la oportunidad que nos están dando las personas acogedoras a veces te olvidas de que hay una guerra en tu país. He perdido mucho en Ucrania, pero he encontrado a muy buenas personas aquí”, agradece Anastasiia.

2023-01-09T07:02:03+01:00
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