Que el PSN se haya abierto a una colaboración explícita con EH Bildu para relevar del cargo a Cristina Ibarrola es el movimiento político más llamativo que se extrae de la moción de censura contra la alcaldesa de Pamplona. No por las relaciones entre los dos partidos en diferentes instituciones, que ya colaboran abiertamente en distintos ámbitos, sino por la propia historia del PSN, que hace solamente unos meses permitió que la misma Ibarrola accediera al cargo tras las elecciones de mayo y que en 2019 impidió que Joseba Asiron mantuviera la alcaldía y facilitó el regreso de Enrique Maya. Ya forma parte de la historia política navarra aquel "agur, Asiron" pronunciado con efusividad por la entonces portavoz socialista en el Ayuntamiento, Maite Esporrín.
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En realidad, esta dinámica en la capital navarra no casa, no solamente con la política de acuerdo que PSOE y EH Bildu mantienen en Madrid, con el apoyo a la investidura de Sánchez y a múltiples iniciativas parlamentarias en el Congreso durante la pasada legislatura, sino tampoco con la que vienen practicando en Navarra. El Gobierno de María Chivite se ha apoyado en la coalición soberanista tanto para llegar, con su abstención, al Palacio de Navarra, como para aprobar todos los presupuestos de la pasada legislatura. En el mes de octubre, el PSN facilitó que EH Bildu presida la Federación Navarra de Municipios y Concejos.
Esa nueva política de alianzas dentro del bloque progresista llega ahora a Pamplona. Como había reclamado Arnaldo Otegi públicamente en múltiples ocasiones, la primera fuerza dentro de los partidos de izquierdas será quien gobierne, en este caso, la capital navarra.
El PSN, que cuenta ahora con la renovada portavoz Marina Curiel en sustitución de la ministra Elma Saiz, ha sido crítico en los últimos tiempos con la imposibilidad de UPN de sacar adelante unos presupuestos para la ciudad, que cuenta con cuentas prorrogadas desde hace cinco años e incluso Ibarrola ya había anunciado que no iba a poder presentar los de 2024 en tiempo y forma. La gestión de la alcaldesa también ha estado salpicada de iniciativas polémicas como el aparcamiento de la calle Sangüesa, con fuerte oposición vecinal, o la última: la gestión de una jornada festiva como la del Día de Pamplona con una suelta de farolillos criticada por la oposición por la organización del acto y la falta de seguridad.
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