¿Quién recuerda al polifacético Zuhaitz Gurrutxaga en la piel del cantante de Vanpopel? Hace diez años el ahora exfutbolista saltaba del campo al escenario y viceversa. Fue en los tablados cuando se dio cuenta de su valía como humorista, cuando veía al público de su banda "disfrutar más cuando hablaba que cuando cantaba", bromea. Y así se quitó las botas y agarró el micrófono hasta hoy.
Si bien en anteriores ocasiones hemos hablado con el elgoibartarra de su show FutbolisTOK -en el que narra sus vivencias como jugador de primera en la Real Sociedad-, vuelve para contarnos la recién estrenada obra Lehendakari Gaia, en la que interpreta al psiquiatra de un político -Iker Galartza- con un ataque de nervios antes de dar el discurso de investidura.
¿Qué le lleva a una persona a desear ejercer la política? o ¿De dónde viene la ambición de muchos por llegar al poder? son algunas de las preguntas a las que se busca respuesta en la comedia que estará de gira por Euskadi por cuatro meses. "Un político, como el actor, juega un papel", comenta Gurrutxaga, y añade: "en Lehendakari Gaia sacamos a relucir lo que un político nunca muestra: cómo son en realidad; sus miedos y debilidades".
La cita es, sin duda, imperdible, por el acierto en la historia que se cuenta y los temas que trata -Gurrutxaga admite que en la función el público llega a conocer cómo se comportan los políticos de espaldas al público-, y por el logrado trabajo que hacen ambos actores en el que es su primer proyecto en conjunto en escena: "En escena hago grandes esfuerzos por no reirme con Galartza", dice de su compañero -"rey de la comedia"-, con el que, en un ejercicio de humildad, plantea el siguiente símil: "Altuna y Martija se necesitan: uno será el que complete los tantos bonitos y reciba los aplausos, pero el juego del otro es indispensable".