Polideportivo

Schuurhuis, el emisario de Dios en el Mundial de ciclismo

El ciclista de origen neerlandés representará al Vaticano tras recibir la bendición del Papa Francisco
Rein Schuurhuis posa en el Vaticano junto a la delegación que le acompañará al Mundial.
Rein Schuurhuis posa en el Vaticano junto a la delegación que le acompañará al Mundial.

"La Iglesia es como una bicicleta, que mantiene mejor el equilibrio cuando está en movimiento”, pronunció el Papa Francisco en una homilía en abril de 2018. Si el Papa es el embajador en la tierra de Dios, Rien Schuurhuis se ha convertido en su emisario. Otro eslabón del mensaje divino. El ciclista de origen neerlandés es el enviado por el Altísimo para representarle en la prueba de ruta del Mundial de Wollongong, que se disputará el domingo, en Australia, sobre un recorrido de 267 kilómetros.

El día que el creador decidió descansar y roturarlo en rojo, al neerlandés le tocará esforzarse al máximo. Que Dios le coja confesado. Schuurhuis vestirá el maillot del Vaticano, que se adhirió el pasado año a la UCI (Unión Ciclista Internacional). Desde entonces y a través de Athletica Vaticana, la Santa Sede pretende promover el deporte y compite en distintas modalidades de un modo semiclandestino.

La disputa de los Mundiales han situado a Schuurhuis como el hombre designado para completar la misión, aunque ni un milagro le servirá en los asuntos terrenales que dirimirán unos feroces competidores que no están para disquisiciones. No es un asunto de fe. Las llaves del cielo, del Olimpo ciclista, no las posee San Pedro.

UN CICLISTA MODESTO

El neerlandés es un ciclista modesto que ha competido en escuadras menores, absolutamente desconocidas. Corrió en el Back Inc Cycling Team en 2016 y en Oliveros Real Food en 2018. El suyo es un dorsal anónimo salvo por la bendición papal, que le ha situado en el escaparate.

Será el bautismo del ciclista en una competición de semejante rango y el estreno de un ciclista del Estado Vaticano en el Mundial. Australia no es del todo desconocida para Schuurhuis. La mujer del ciclista, Chiara Porro es diplomática australiana. Fue nombrada embajadora en la Santa Sede desde hace dos años. Los caminos del Señor son inescrutables.

El jefe de la delegación Papal que arropará al corredor es Valerio Agnoli. El italiano dejó el ciclismo en 2019 después de 15 campañas en las que militó en formaciones como el Liquigas, el Astana o el Bahrain, su última escuadra en el profesionalismo. En ese camino logró una victoria y algunos buenos puestos.

AMORE & VITA, EL EQUIPO DEL VATICANO

Él dirige los pasos de Schuurhuis para abrir huella en Wollongong. “Vamos a Australia como embajadores de Su Santidad”. La expedición recibió la bendición del Sumo Pontífice. “Durante los partidos, un equipo trabaja en conjunto y cuando un compañero de equipo está luchando, se le apoyará. El mensaje del Papa es el resumen de la vida”.

La vida y el Papa ya estaban vinculados cuando Ivano Fanini creó en 1989 un equipo ciclista muy apegado a los postulados de la Santa Sede. Entonces, la Iglesia estaba representaba por Juan Pablo II. Fanini, un católico empedernido, ferviente creyente de los dogmas eclesiásticos, tuvo la idea de rotular el maillot de la formación con un lema acorde a su pensamiento. “No al aborto”.

Los grupos feministas se echaron encima del equipo. Fanini reaccionó. Retiró el eslogan pero se mantuvo firme en sus creencias y principios. Lanzó el mismo mensaje pero con distintas palabras. Llamó a su equipo Amore & Vita. Juan Pablo II se entusiasmó con la idea y bendijo la criatura. De algún modo era el equipo de la Santa Sede. Aún existe. Posee licencia ucraniana. Todos los caminos conducen a Roma.

DEBATE SOBRE LA BICI

Desde Roma, desde el pedazo del cielo en la tierra, el Vaticano, partió Schuurhuis con la ayuda de la mano de Dios. No siempre fue así. Cuando la bicicleta se convirtió en el medio de transporte de las clases trabajadoras para acudir a las factorías en plena revolución industrial, en la segunda mitad del siglo XIX, en la Iglesia, alineada con el poder, se denostaba la bici por lo que representaba: el progreso de la sociedad.

La bici suponía el cambio, la modernidad, la libertad e incluso la anarquía. “El velocipedismo es la anarquía aplicada a la locomoción”, tildaba L’Osservatore Romano según recoge el libro Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey escrito por Ander Izagirre.

Refractaria la jerarquía eclesiástica a todo lo que fuera una alteración del status quo, prohibió que los curas empleasen las bicicletas en sus desplazamientos. El uso de la bici se convirtió en un elemento de discusión. Los obreros no solo iban a las fábricas en bici, también la utilizaban para reunirse, acudir a las manifestaciones y agruparse. Los jóvenes las usaban para sus escapadas y las mujeres para empoderarse. Era un invento revolucionario que abría las posibilidades a un nuevo mundo. Una criatura demoníaca para la Iglesia.

CURAS DANDO PEDALES

Otorgaba libertad y daba la posibilidad de extender las ideas para combatir a las clases dominantes. Se trataba de un invento contracultural. En ese escenario, la insistencia de muchos sacerdotes que debían recorrer numerosos kilómetros para promover su evangelio entre parroquias dispersas, derribó el muro de resistencia de la jerarquía eclesiástica.

El Papa Benedicto XV decidió, al fin, abrir paso al uso de las bicis. Comprendió que era un vehículo que serviría para evangelizar. Al igual que los obreros, los curas lanzaron sus mensajes con mayor celeridad y radio de alcance. En Australia, a más de 16.000 kilómetros del Vaticano, el día del Señor, el ciclista del Papa contará con ayuda divina. Rien Schuurhuis será el emisario de Dios en el Mundial de ciclismo de Australia.

2022-09-20T17:15:03+02:00
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