Polideportivo

Roglic rompe la ecuación

Pirmoz Roglic celebra una victoria de etapa en la París-Niza.
Pirmoz Roglic celebra una victoria de etapa en la París-Niza.

Ni el Dauphiné, ni Suiza, ni Eslovenia. Primoz Roglic, exsaltador de esquí, ha volado por encima de la competición para aterrizar en el Tour de Francia. Las concentraciones en altura en Tignes y Sierra Nevada son el trampolín en el que Roglic ha tomado impulso con la idea de posarse en el trono de los Campos Elíseos después de ser segundo en 2020. Dos meses sin imperdible, 60 días sin competición. Ese es el camino elegido por esloveno, que ha esquivado la adrenalina de las carreras y apenas acumula 17 días de competición en lo que va de curso. Su elección abre una vía novedosa, inexplorada y lejos de los cánones ciclistas. La tradición no va con el esloveno, que se presentará en Brest con el recuerdo competitivo de la Lieja-Bastoña-Lieja. Antes tuvo tiempo de conquistar la Itzulia ante Pogacar y de vencer tres etapas de la París-Niza, carrera que se le esfumó por las caídas el último día de la competición. 

Al Tour del pasado año Roglic llegó con las magulladuras del Dauphiné aún supurando en su piel. En esta ocasión, decidió que las carreras no le condicionasen la búsqueda de El Dorado y se recluyó en la preparación en solitario y en las concentraciones como método de aproximación a la Grande Boucle. "Aunque llame la atención por el hecho de estar dos meses sin correr, con los datos que se tienen en cuanto a rendimiento, vatios, cargas de trabajo etcétera, no es un problema como tal preparar el Tour sin competir antes", explica Aritz Arberas, preparador físico del Bahrain, cuando radiografía el patrón seguido por el esloveno que, junto a Pogacar, es el principal candidato al triunfo en París.

Expone Arberas que la competición se puede "replicar en los entrenamientos" y esa es la base de la apuesta de Roglic. "Partimos de la base que no sabemos lo que piensa él, pero probablemente se sienta muy cómodo entrenando y sea capaz de estar concentrado sin la necesidad de correr y además pueda desarrollar su potencial en las sesiones de trabajo. Hay corredores que les va más competir que entrenar, diría que a la mayoría", analiza el preparador. Llegar a los límites cuando se entrena en solitario es complejo, requiere una gran fuerza mental y una enorme capacidad de sufrimiento.

"Eso es lo más difícil desde mi punto de vista. Hay varios elementos de estímulo en las carreras que ayudan a alcanzar los límites y estar concentrado. Los rivales, el público, la propia adrenalina de la competición o el misticismo de una prueba, que te dan un plus. Entrenando te falta eso, pero la cuestión es que, probablemente, Roglic, por su propia forma de ser, puede alcanzar esos objetivos sin necesidad de correr. Se ve que soporta muy bien el entrenamiento", reflexiona Arberas.

El esloveno compitió en saltos de esquí, un deporte individual, con la exigencia psíquica que eso conlleva. Todo recae sobre uno mismo, las dichas y las penas. No hay un equipo en el que se repartan las responsabilidades, en el que se pueda descargar. "Su pasado como saltador de esquí posiblemente le ayude a soportar mejor esa soledad del entrenamiento y a mantener la concentración para obtener resultados y alcanzar los objetivos de la preparación", estima Arberas. 

El preparador propone que con el arsenal de datos y métricas que se manejan individualmente respecto al rendimiento de cada ciclista, lograr los fines que se persiguen para alcanzar el estado óptimo de forma no es meteorológicamente complejo. "Ahora se puede medir cada esfuerzo. Saber qué vatios hay que mover durante cuánto tiempo en qué terreno, establecer las cargas de trabajo. Los datos que se extraen de las competiciones sirven para fijar los entrenamientos. Todo el esfuerzo está cuantificado, lo mismo que se controla al máximo la nutrición o el descanso. Roglic sabe qué necesita para ser competitivo porque lo dicen los datos", agrega el preparador físico del Bahrain.

COMPETIDOR FEROZ

En el ciclismo moderno, donde los días de competición han ido menguando, –"antes se corrían 100 días y ahora se está en una horquilla de entre 60 y 80", apunta Arberas– se ha activado la competitividad extrema, feroz. No hay respiro. "Antes se utilizaba la competición para acumular kilómetros y alcanzar el mejor estado de forma. Ahora en cada prueba la mayoría de los ciclistas están en una condición física cercana a su máximo. Roglic disputa la victoria en todas las competiciones en las que está", desbroza el preparador alavés.

El esloveno alzó el telón del curso en la París-Niza. Dominó toda la carrera y venció tres etapas pero no conquistó la prueba francesa porque se cayó. En su segunda aparición de la campaña, Roglic se coronó en la Itzulia después de vencer la crono. Después disputó las clásicas belgas y apagó la competición para recluirse en las montañas. Entre tanto, Porte venció el Dauphiné, Carapaz sonrió en Suiza y Pogacar se elevó en Eslovenia. El sábado Roglic volverá a coserse un dorsal. Será su reaparición en escena. "Tal vez se le haga raro rodar en pelotón. Suele ocurrir después de mucho tiempo sin competir, pero las sensaciones se recuperan pronto", dice Arberas, convencido de que el esloveno "llegará cómo quiere al Tour. De eso no tengo dudas". Roglic rompe con la ecuación.

2021-06-25T18:01:02+02:00
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