Navarra

Ricardo Asiain, el agente de Pamplona de las siete reanimaciones

El policía local se convierte en el primero de Navarra que recibe la medalla al Mérito Policial con Distintivo Blanco
Ricardo Asiain Antón, en la gala celebrada en Albacete, posa junto a cargos de Unijepol y FEMP con el diploma y la medalla al Mérito Policial con Distintivo Blanco.

Es el primer agente de Navarra que recibe la medalla al Mérito Policial con Distintivo Blanco. La culpa la tienen las siete reanimaciones cardiopulmonares en las que ha participado con éxito.

El pasado 23 de marzo Albacete acogió la entrega de premios de Unijepol, asociación que agrupa a jefes y mandos de las Policías Locales de España, y la Federación Española de Municipios y Provincias. Allí estaba un abrumado Ricardo Asiain Antón, pamplonés de 45 años y Policía Municipal desde 2001. 

Ricardo, en la gala de entrega de premios con sus hijas, Olaia y Oihane, y su mujer Nekane. cedida

Ricardo recibió el galardón con los suyos: su mujer, sus dos hijas y sus padres. Y acompañado por más representantes de la capital navarra; el comisario Ángel Beortegui y la agente Andone Poyo, condecorados con el Mérito Policial en categoría Mando y Mujer, respectivamente. Además, Policía Municipal de Pamplona fue premiada por el Proyecto Clara de prevención y lucha contra incidentes racistas.

Ricardo se muestra “agradecido y orgulloso. Pero esto yo solo no lo puedo hacer, trabajamos en equipo y lo hacemos muy bien”, dice compartiendo mérito con sus compañeros, sanitarios y bomberos, con los que “estamos muy bien coordinados”. “Evidentemente, esto te sube la autoestima y es muy bonito después de 22 años en los que hay de todo, cosas buenas, no tan buenas y malas”.

Este policía municipal comenzó a pie por el Casco Viejo y los barrios, labor que ejerció durante cinco años. Después pasó a patrullas (Seguridad Ciudadana) donde continúa. Lo que más le gusta de su trabajo es “que estamos un grupo humano muy bueno y nos apoyamos mucho entre nosotros. Y que estamos en la calle y es un trabajo dinámico. Estuve en la cadena y era todo el rato lo mismo. Aquí hacemos muchas cosas”. Si gracias a su trabajo consiguen reanimar a una persona en parada “da una satisfacción personal increíble. Cuando ayudas a la gente la alegría es enorme”, asegura.

En el otro lado de la balanza, recuerda “situaciones muy desagradables. Los primeros años, en los que desgraciadamente estábamos peor políticamente, había intervenciones muy malas. Nos han disparado y hemos tenido de todo”. Lo peor que recuerda, cuando acababa de ser padre, fue “la muerte súbita de un bebé. Intentamos reanimarlo pero no pudimos. Suicidios, agresiones... somos el primer recurso que llega porque estamos en la calle, y nos toca de todo. Es complicado”.

Los minutos de respuesta

En una intervención por atragantamiento o parada cardiorespiratoria, Ricardo destaca la importancia de llamar rápido al 112 o al 092, “que nos digan exactamente dónde es y nos franqueen la puerta. Para el índice de supervivencia es muy importante acortar los minutos de respuesta”.

En la última de sus siete intervenciones con resultado satisfactorio, en enero, tardaron menos de tres minutos en llegar a casa de la víctima, iniciar la reanimación cardiopulmonar y colocarle el desfibrilador: “Las dos patrullas estábamos muy cerca, nos encontramos el portal abierto, los ascensores abajo... el hombre lo hizo muy bien”.

También alaba la actuación de una joven de 15 años cuando a su padre le dio un infarto mientras comía. “Lo bajó al suelo, llamó, nos dijo exactamente dónde era, nos abrió la puerta y nos llevó hasta allí. Hemos ido a situaciones parecidas en las que los adultos, de los nervios, no aciertan ni a decirnos dónde están. Ella nos contó que en su colegio les explicaron muy claro qué tenían que hacer. Y fue muy bueno. Antes de que llegara la ambulancia ya tenía latido”, afirma.

Su primera intervención de este tipo se remonta 15 o 16 años en el tiempo. “Llevaba relativamente poco como Policía, no teníamos ni desfibriladores en los patrullas. Fue una chica que estaba de fiesta, se puso hasta arriba y le dio un síncope”. La segunda vez fue “brutal, en unos carnavales en Navarrería, cuando en Pamplona había otro ambiente. Aparecimos con el patrulla y nos recibieron a botellazos. Mientras yo trataba de reanimar a la víctima mi compañero intentaba apartar las botellas para que no nos cayeran encima. Pasamos un rato malo”.

Como anécdota, recuerda a un vecino de Abejeras al que reanimaron y visitaron tres horas después en el hospital. “Pues no me voy a poder ir de potes hoy”, les decía el señor. “Cuando haces la reanimación cardiopulmonar rompes costillas y todo... pero así estaba el hombre, más fuerte que un roble”.

Ricardo opina que el manejo de los desfibriladores semi automáticos (DESA) con los que cuentan todas las patrullas debería ser una asignatura para toda la ciudadanía. El propio aparato te guía, te dice si hay que seguir con la reanimación, dar una descarga, etc...

“Así se salvan vidas. Y en los pueblos, que no hay patrullas y las ambulancias tardan más, estaría bien que hubiera un DESA y la gente supiera usarlo. Es invertir en vida. Ahí están los resultados. Yo sólo soy un policía municipal, y con mis compañeros he sacado a siete personas. Lo único que hago es trabajar lo mejor que puedo y sé, y cuando sale bien es la leche”. Se confiesa “muy orgulloso de lo que la vida me ha llevado a ser”, y seguirá “mientras el cuerpo aguante. Somos un servicio público y servimos”.

Ricardo Asiain Antón, policía municipal de Pamplona desde hace 22 años. cedida

29/03/2023