Mikel es un chico de 25 años que hace unos días estaba disfrutando con sus amigos de las fiestas de Romo, en Getxo, y que en un momento de la madrugada fue insultado, rodeado e intimidado por un grupo en la zona de txosnas. Hace un año, también fue insultado y amenazado mientras jugaba un partido de fútbol en Gernika. ¿Qué pasa con Mikel? Nada. Que es un joven que legítimamente se siente vasco y español y que legítimamente vota al Partido Popular. Eso es lo que pasa con Mikel. Ah, y que se apellida Iturgaiz. Pero la pregunta no es "¿Qué pasa con Mikel?". Tenemos que preguntarnos qué pasa con los otros, con los que le insultan, le amenazan, le rodean, le atemorizan. ¿Qué pasa con ellos?
Han sido criados en el odio, en la rabia, educados en la intolerancia y en el rencor. Les han contado que ETA mataba, secuestraba, amenazada y chantajeaba por un motivo, y les han metido en su cabeza una violencia y una agresividad que, en cuanto tienen oportunidad y pueden, sacan a relucir. Además, siempre en el que consideran que es su territorio exclusivo, el de las txosnas. Esa territorialidad txosnera es digna de estudio sociológico. Hay algo bueno en todo esto, la enorme solidaridad, tanto en el ámbito público como en el privado, con Mikel Iturgaiz. Pero eso no quita, desde luego, para reconocer que estos delitos de odio son un drama social que tenemos en Euskadi y que parece que, por desgracia, seguiremos teniendo durante mucho tiempo.