Actualizado hace 4 minutos
En los supermercados abundan productos que aparentan ser saludables gracias a envases verdes, mensajes de “alto en fibra”, “bajo en grasa” o “rico en proteínas”. Sin embargo, cuando se revisan de cerca los ingredientes y la información nutricional, la percepción sobre los mismos cambia. Nutricionistas consultados coinciden en que una parte importante de estos alimentos no es tan sana como parece, especialmente si se consumen con frecuencia o pensando que pueden sustituir a opciones frescas.
Cereales “integrales”
Uno de los ejemplos más claros son los cereales de desayuno “integrales”. Su imagen es de producto saludable, pero muchos incluyen harinas refinadas, maltodextrina y azúcares añadidos como primeros ingredientes. El resultado es un alimento de alto índice glucémico, que sacia poco y dispara el apetito al cabo de un rato. Para que un cereal sea realmente integral, los expertos insisten en que el primer ingrediente tenga que ser grano entero y no una mezcla de harinas y endulzantes.
Un hombre se prepara para comer un bol de cereales.
Algo parecido ocurre con las barritas energéticas o proteicas. Se presentan como snack de gente de gimnasio, pero buena parte de ellas contiene jarabes de glucosa, grasas de baja calidad y una larga lista de aditivos y aromas. Incluso aquellas con la palabra “protein” en grande pueden llevar una cantidad de azúcar considerable y solo unos gramos de proteína.
Yogures que engañan
Los yogures de sabores “light” también generan confusión. Al llevar menos grasa, el sabor se compensa a menudo con azúcar añadido o edulcorantes, además de aromas artificiales. Son productos que pueden encajar en una dieta puntual, pero no tienen nada que ver con un yogur natural sin azúcar, al que luego cada persona puede añadir fruta, frutos secos o canela. En la práctica, muchos de estos yogures “ligeros” tienen unos niveles de azúcar altos que el consumidor no siempre nota.
En los últimos años, además, se han disparado las bebidas vegetales de avena, soja o almendra, asociadas al mensaje de que son mejores que la leche. Los nutricionistas matizan que algunas son buenas opciones, pero otras incluyen poca materia prima (menos de un 3% de almendra, por ejemplo), azúcar, aceites añadidos y sal. Cuanto más corta sea la lista de ingredientes, mejor. Lo ideal es que contengan básicamente agua y el cereal o fruto seco del que proviene la bebida vegetal.
El pan tampoco se libra
El pan “integral” industrial es otro clásico. Muchas barras y tostadas integrales no son más que harina blanca a la que se ha añadido salvado para darle un aspecto más oscuro. Además pueden incorporar azúcares, grasas hidrogenadas y mejorantes que nada tienen que ver con un pan tradicional. La pista clave es que la etiqueta diga “harina integral de…” como primer ingrediente y que el porcentaje de cereal integral sea alto.
Por último, destacan también los snacks de arroz o maíz que parecen una alternativa inocente a las patatas fritas. Aunque suelen tener menos grasa, con frecuencia llevan mucha sal, aportan poca saciedad y, en algunos casos, incorporan también azúcares y saborizantes.