Polideportivo

Pelota: el pulmón de Laso

Mari José Lizaso, madre de Unai Laso.
Mari José Lizaso, madre de Unai Laso.

La carretera desde Iruñea hasta Orreaga que pasa por Bizkarreta-Gerendiain serpentea por un escenario de belleza radical. Extraordinario. El Valle de Erro contempla el camino de peregrinos, ciclistas y viajeros en busca de la tranquilidad. Los lugareños cuentan que durante los momentos duros de la pandemia del covid-19, cuando las autoridades cercenaron la movilidad entre comunidades, las calles del pueblo se convirtieron en un hormiguero "de coches y caminantes", que se movilizaron en masa para descubrir un lugar excepcional, construido con la arquitectura del silencio y, como si se tratara de un cordón invisible, unido al firmamento mediante el frontis del frontón viejo, donde Unai Laso ya jugaba con sus amigos cuando no levantaba unos palmos del suelo. Pelotari de plaza, todo carácter, todo carisma. El cielo contempla Bizkarreta-Gerendiain con aroma a tormenta. Se paladean nubes oscuras en el horizonte. Cambia el tiempo. El firmamento se ennegrece de un plumazo. Cambia la luz. Todo parece tener un pulso sepia. Todo cambia. Nada cambia. Todo pasa. Nada pasa. Todo y nada. Alfa y omega.

El bar Juan es el primer hito de la calle San Pedro en la cuesta que se acerca hasta el frontón viejo. Los bocadillos de tortilla de atún están de muerte, al César lo que es del César. Siguiendo la senda, dos perros llaman la atención con unos ladridos juguetones, son Bobby y Baltza, que dan la bienvenida a los visitantes al salir de sus casetas. Miran al infinito con ganas de juerga. La mandíbula orgullosa de Baltza, pastor alemán, observa unos segundos el cielo: huele la lluvia. Es un sentido tan primitivo que los seres humanos, en aras de la evolución –la real: la biológica; no la de la modernidad, lo cool o lo tecnológico–, han perdido en su inmensa mayoría. Lo que verdaderamente importa reside en Bizkarreta-Gerendiain como un hilo permanente con lo vital. Es el pulmón. Es la raíz. Es la sonrisa. En definitiva, es la vida.

Mientras Laso, que está en capilla para la final del Cuatro y Medio que se celebra el domingo en el frontón Bizkaia de Bilbao (17.00 horas), se hace unas fotografías, Ana López de Uralde lo graba. Fuera de la casa de la familia, Corpus, la abuela de Unai, se asoma a la ventana. Tienen una relación muy especial: hacen pareja al mus y son muy competitivos. Unai se sienta en un murete. A su espalda aún quedan unos crisantemos preciosos, pese a que muchos se usaron para la fiesta de Todos los Santos. Las flores rodean como una empalizada una huerta chiquita. "Tenemos plantado un poco de todo. Unai ya tuvo que mover la tierra", bromea Corpus. Es genial.

2021-11-12T07:08:02+01:00
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