Hable aquí mismo, el viernes, sobre la enfermera gaditana del hospital barcelonés Vall d Hebrón, que había obtenido una nada deseable celebridad por un vídeo en que se ciscaba la contra el requisito de poseer el C1 de catalán para presentarse a las oposiciones de su especialidad, casi más que las tontunas engoriladas e ignorantes del aspirante al cuarto de hora de mala fama me resultó realmente digna de aplauso la actitud de la sanitaria donostiarra, que, destinada a hacer de atrezzo, se reveló, sin perder la sonrisa, contra el mensaje de su compañera, hablando en catalán y animando a cualquier aspirante de la OPE a estudiarlo.
Todo debería haber quedado ahí, en el enésimo vídeo viral, donde cada quién escoge bando y opina, sin embargo, esta vez seguramente por la demagogia que todo quisque utiliza Respecto a la cuestión de fondo, se cruzaron unas cuantas líneas rojas. La primera, que no tardamos ni un minuto en conocer el nombre y los dos apellidos de la enfermera. A partir de ahí, el ejército de linchamiento habitual salió con toda su caspa machirula y xenófoba. En lugar de manifestar su rechazo a las palabras de la joven, se la tildó de "puta españolaza" que ni sabe hablar castellano, de "andaluza mal follada" , y de ahí para arriba, incluyendo amenazas de darle una paliza si se la encontrasen por la calle.
En lugar de templar gaitas, Los responsables sanitarios de Cataluña anunciaron que a la mujer le iba a caer puro gigantesco, por grabarse en el centro de trabajo y con el uniforme reglamentario del hospital, como si fuera la primera vez que ocurre algo así. O no llegamos, o nos pasamos de frenada.