Nos hemos ganado nuestro derecho a elegir este domingo. Bien yendo a votar, o bien quedándonos en casa porque nadie nos convence. Pero, en cualquier caso, con la absoluta convicción de que este derecho no siempre estuvo ahí, que costó mucho ganarlo y que debemos preservarlo.

El derecho a elegir libremente a aquellos que deben gobernarnos. Y a hacerlo, además, sin miedo y sin odio. El derecho a exigir a nuestros representantes que lleguen a acuerdos, a consensos, que dejen de lado la eterna crispación y se pongan de acuerdo, cediendo, negociando, con generosidad y visión de futuro. Que busquen siempre lo mejor para la mayoría, protegiendo a las minorías, pero siempre por el bien común.

La democracia es frágil, y es labor de todos protegerla. Digo bien; de todos. De los votantes y de los votados. Pase lo que pase el domingo, debemos velar para que la principal ganadora sea ella... la democracia representativa. Pues ella, no lo olvidemos nunca... somos todos.