De momento, la sangre no ha llegado al río. A esta hora, todavía es posible que la ley vasca de Educación salga adelante con más respaldo que el de los dos socios de gobierno. EH Bildu no se descabalga.

Para romper la baraja siempre hay tiempo. Jugando muy bien sus cartas, como ha venido haciendo hasta ahora, la coalición soberanista se ha limitado a emplazar a PNV y PSE a que comparezcan conjuntamente para que expliquen el sentido que le dan a la enmienda que ambos partidos pactaron en la que se mencionaban los dichosos modelos lingüísticos.

Sí, eso he escrito: dichosos modelos lingüísticos. Quien no quiera ni engañarse al solitario ni jugar al politiqueo sabe perfectamente que, desde que se implantaron hasta hoy, la realidad ha variado el significado inicial de una fórmula que está superada. Otra cosa es que, tristemente, se sigan utilizando, a modo de tótem, como arma arrojadiza o, peor todavía, como pura gasolina para incendiar la caverna. De hecho, me apuesto un café a que la insistencia del PSE en mantener el término obedece al vértigo de ser tildado por el ultramonte político y mediático como colaborador del nacionalismo en la expulsión del castellano de las aulas vascas. Lo que deberían sospechar los socialistas es que, incluso así, no se van a librar de las acusaciones de antiespañolismo. Es curioso que en Ferraz lleven mejor que en Alameda de Rekalde tal imputación. Pero, ¡sea! Si el precio de la referencia expresa a los modelos, que hoy son un significante vacío, es preservar la amplitud y la pluralidad del acuerdo, creo que merece la pena pagarlo sin aspavientos.