Esta vez paso de puntillas por las divisiones, las ausencias, las presencias medidas y hasta las utilizaciones retorcidas y vergonzantes del Día de la Memoria que se conmemoró ayer.
Me quedo con lo que más allá de este o aquel acto solemne y emotivo me parece lo más esperanzador. Hablo de la presentación, bajo el auspicio de Gogora, del documento titulado 'Begiradak: bases compartidas para la construcción social de la memoria en Euskadi'.
Está redactado a 12 manos por tres víctimas del terrorismo -María Jauregi, Joxu Elexpe y Asun Lasa- y los historiadores Unai Belaustegi, Virginia López de Maturana y Eider Landaberea.
Como se aprecia, se ha buscado una visión amplia tanto por las trayectorias vitales, las ópticas profesionales como las sensibilidades personales.
Todo ello, junto a la vocación de cada una de las firmas por poner lo mejor de sí mismas se aprecia en un texto liso y llano dividido en 9 puntos.
Según la entiendo yo, no es ni una declaración pomposa ni una colección de reproches cruzados, ni mucho menos una lista de aspiraciones irrealizables. Todo es más sencillo y directo, incluso obvio.
Se parte del compromiso de no olvidar y se sigue, no exactamente en este orden, con la necesidad de reconocer a todas las víctimas y la de realizar una revisión autocrítica del pasado, venciendo la tentación de los relatos autojustificativos.
Con eso será posible acercarnos a la verdad que se adeuda a quienes padecieron cualquier tipo de vulneración y a la transmisión de esa verdad para evitar la repetición y para cimentar la convivencia. Ojalá.