A Juan Priede, concejal socialista en el Ayuntamiento de Orio, dos pistoleros de ETA lo pasaportaron al otro barrio en marzo de 2002 mientras tomaba café en un bar del pueblo,
Fíjense que enorme heroicidad. Una condena a la eternidad sobre la que no cupieron recursos ni, por supuesto, progresos de grado, reducciones de pena o cualquiera de los beneficios penitenciarios a los que sí pueden acogerse, y no seré yo quien lo critique, quienes le dieron matarile.
Eternidad es eternidad. Así, por las bravas, sin vuelta de hoja. El bueno de Juan no volverá de entre los muertos, así de crudo y así de duro.
Les vengo con esta obviedad porque en la Audiencia Nacional se está juzgando a uno de los fulanos, de nombre Asier Eceiza, que según admitió, y no precisamente mientras le hacían la bañera o le metían un palo de escoba por el esfínter, participó en el cobarde asesinato del edil.
Miren ustedes qué escándalo. El fiscal pide para el matarife auxiliar una pena de 28 años de cárcel. Y como no tengo muy claro qué dice la hoja de tasas y medidas de la judicatura española, tampoco puedo pronunciarme si es mucho, poco o lo justo, pero sí me parece de primero de parvulario ético y jurídico que un asesino, ya sea de un político, un vendedor de seguros o un sexador de pollos, deba pasar un tiempo en la sombra.
Pues, vaya por Zeus, a Sortu. partido nodriza de EH Bildu, le parece sin embargo que la petición fiscal obedece a la venganza y clama literalmente que no es tiempo de llenar las cárceles.
Imaginen semejante indecencia referida a la condena de un violador o un pederasta reincidente. Me consta que, sólo por anotarlo, soy un fascista.