Leo con buenas dosis de nostalgia autoinducida las piezas que Diario de Noticias de Navarra dedica al décimo aniversario del revolcón en la demarcación foral. Percibo alguna que otra arruga de más en los protagonistas. Un par de kilos suplementarios, quizá. Pero, en general, rostros que denotan satisfacción. Esa frase que me gusta tanto lo resume: lo hicieron porque no sabían que era imposible.
Uxue Barkos, Manu Ayerdi, Ana Ollo, María Solana... estuvieron -ahora que se manosea tanto la expresión- en el lado correcto de la Historia. Junto a Bildu y Podemos, seamos justos en el reconocimiento. Y con el PSN, que ahora disfruta las mieles de aquella magistral demostración de empoderamiento y fe, silbando a la vía.
En 2015 -oh, sí- Chivite y sus patéticos antecesores, como el tal Roberto Jiménez (¿ánde andará?), eran el anverso de la moneda del régimen de Barcina, el de las dietas triples de aquella Caja Navarra que se merendó Caixabank. Luego, los socialistas aprovecharon las carambolas y, como tantas veces ocurre en la vida y en la política, rentabilizaron un éxito al que no solo no contribuyeron, sino que torpedearon. Quedan en las hemerotecas un agostazo y un marzazo en que se erigieron en bastión contra el cambio. Allá cada cual con sus demonios.
Todo eso es Historia. Como lo es que, hace un decenio, se fue al carajo la teoría bobalicona de los quesitos, y que el rancio regionalismo de UPN -desacomplejado heredero de la larga noche de piedra- lleva dos lustros arrastrándose malamente en una oposición para la que no tenía preparación. Y que dure. Claro que eso también dependerá de la vocación del Gobierno foral actual de no cometer errores de bulto, como varios de los que lleva acreditados.
Aun así, que nos quiten lo bailado.
Larga vida al cambio.