En la tarima, bajo la luz que recorre cada músculo como un trazo de precisión, el atxabaltarra Joseba Martín, de 27 años, sostiene la primera pose con la serenidad de quien ha aprendido a habitar el esfuerzo. Su físico habla por sí mismo: cada fibra, cada línea y cada corte reflejan una disciplina absoluta. En apenas un año ha conseguido lo que a otros les lleva mucho más tiempo: convertirse en culturista profesional natural, un logro que no solo refleja una genética favorable, sino también una constancia, un método riguroso y una dedicación que trasciende el mero entrenamiento físico.
Lo sorprendente de su historia es que no nació entre mancuernas y barras. Ni siquiera en un sueño. “Empecé a tomármelo en serio por salud”, recuerda. En 2019 estaba pasado de peso y simplemente decidió cuidarse. Hizo deporte, redujo comida –“menos, que no bien”, puntualiza– y bajó kilos. Durante la pandemia se puso más en serio y comenzó a entrenar en casa; una rutina que mantuvo en los años siguientes y que, como él mismo admite, a veces era más intensa y otras menos, pero que le permitió regularizar la práctica deportiva. Entonces, no pensaba competir. En ese momento, no tenía en mente competir. De hecho, ni siquiera se imaginaba en un gimnasio. Hasta que un amigo, Hasier Moraleja, le animó a apuntarse. Y allí, el primer día, el monitor Adrián Gorostiza identificó algo que él todavía no percibía: “Tienes potencial. Puedes lograr más con tu físico”, le dijo. Joseba pesaba entonces unos 80 kilos, los mismos que mantiene ahora, aunque “con una composición corporal completamente distinta”. Venía de haber rondado los 95-96 kilos antes de hacer deporte, con mucha masa muscular que él no sabía que le colocaba en una categoría atípica para un principiante.
Cada fibra, cada línea y cada corte reflejan una disciplina absoluta.
De regreso a casa tomó la decisión
La idea de competir empezó a rondarle poco a poco. Pero se solidificó lejos de casa, en Alemania, donde cursó el Máster en Análisis de datos, Ciberseguridad y Computación en la nube. Allí dos compañeros lo retaron a probar el culturismo. Y fue suficiente. En aquellos meses –entre finales de 2023 y principios de 2024– tomó la decisión: al volver a casa se prepararía para competir, sin expectativas, “a ver qué sale”.
En marzo regresó a Aretxabaleta y, tras meses de valoración, escogió preparador: el culturista, también natural, vizcaino Gaizka Zarate. “Sentía que con él iba a tener un trato muy cercano”, apunta. A finales de septiembre del año pasado arrancó una preparación amateur que duraría un año y que, de forma inesperada, lo llevaría en poco más de doce meses al profesionalismo.
Autoconocimiento "brutal"
Cuando habla de lo que ha encontrado en el culturismo, lo hace desde una sinceridad que desarma. “Soy alguien muy disciplinado, pero esto me ha llevado a un nivel superior y a un autoconocimiento brutal”, asegura. No lo romantiza. Tampoco lo dramatiza. Simplemente cuenta lo que siente. “No sabes lo que es una definición extrema hasta que la haces”, añade. En su caso, lo más duro de estos últimos meses no ha sido el hambre, sino el humor. La caída de energía, sobre todo por las tardes, lo deja agotado: “Te pega un bajón terrible, quieres estar tumbado sin hablar con nadie”, relata. Aun así, el proceso le ha empujado a mirarse por dentro. “Estoy enfadado… ¿por qué?. El culturismo me ha obligado a reflexionar. Yo soy tranquilo, y eso me ayuda a llevar algo así”, precisa.
Su vida se ha vuelto minuciosa. Madruga entre las 5.30 y las 6.00, sale a andar, hace la primera comida entre las 7.00 y las 8.00, y distribuye las demás hasta las seis de la tarde. Lo cuenta casi como quien desgrana una receta. Durante la preparación para competir, su alimentación es una maquinaria precisa de carbohidratos medidos, grasas reducidas y cada alimento pesado: crema de arroz con proteína, coco rallado y crema de cacahuete para desayunar; sándwiches de pavo y pepinillos a media mañana; ensalada de patata cocida con pollo y huevo para comer; y más crema de arroz con yogur para cenar. Los suplementos que toma incluyen omega 3, vitamina D3, magnesio..., nutrientes especialmente importantes durante la fase de precompetición para compensar posibles carencias. Entrena cinco días a la semana siguiendo un programa estructurado que combina fuerza y definición, y se acuesta a las diez y media. “Intento estabilizar todo al máximo para que el cuerpo sepa cuándo le toca descansar”, cuenta.
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Todo esto lo hace desde una convicción firme: “Empecé por salud. Y llevar al cuerpo a estos extremos, si encima le sumo la química, no lo contemplo. Para mí es más bonito conseguir tu propio potencial personal”, defiende. En un entorno donde el escepticismo hacia el culturismo natural es frecuente, se expresa sin rodeos: “Lo fácil es decir que otro se pincha para justificar que no se esfuerzan”.
Martín en una de sus recientes competiciones.
Tarjeta profesional europea
Los meses antes de la competición ha estado en “una cueva”, de la que salió en noviembre. En Madrid se midió en el regional NPC sin saber realmente cuál era su nivel. “Vengo de fuera de este mundo”, insiste Joseba. Y se llevó la victoria, repitiendo el éxito en el clasificatorio profesional una semana después. Con su triunfo obtuvo la tarjeta profesional europea y la posibilidad de participar en su primer 'show' en Lisboa el día 22 del pasado mes, donde, aunque no tuvo rivales en su categoría (OPEN) en aquella fecha extraña, recibió un premio en metálico y algo más importante: un billete para el Ben Weider Naturals 2026 en Estados Unidos; un escenario de élite mundial que da acceso al Olympia, la cima del culturismo.
Buscar la mejor versión
Hasta hace poco, su 'Instagram' era casi un álbum vacío. Ahora se da cuenta de que su físico es capaz de servir de inspiración para jóvenes que pueden verle como referente, y aprovecha esa plataforma como un escaparate, no para vender humo, sino para transmitir un mensaje claro: “Quiero mostrar lo que hago y animar a esforzarse. Nada es gratis. Cada uno tiene que buscar su mejor versión, sin compararse con nadie”, recalca el atleta atxabaltarra. Todo este 'boom' ha llegado en el momento perfecto y con el incondicional apoyo de su familia y su pareja. Mi madre incluso me ayuda con la tercera comida. Antes me decía: ‘¿Pero tienes que pesar todo?’. Ahora está ilusionada”, confiesa.
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Para los que empiezan en esta disciplina, marca una línea sencilla: definir objetivos. “Cada uno tiene que ser realista con su cuerpo”, insiste. Y recuerda algo que él ya ha vivido en carne propia: “La preparación se pasa mal, pero salir a tarima, posar, ver lo que has construido… es increíble”.
Su mente está puesta en “seguir haciéndolo bien, explotar al máximo mi potencial y ganar todo lo que esté en mi mano”.
Con la mirada puesta en futuras competiciones
Ahora ha entrado en la etapa de postcompetición: subir calorías de forma progresiva, regular hormonas y devolver al cuerpo su equilibrio natural. Después llegará la fase de volumen. Y aunque aún queda trabajo por delante, su mirada ya se proyecta hacia futuras competiciones, donde tendrá la ocasión de medirse con profesionales de todo el mundo. Lo hará desde el mismo lugar desde el que comenzó: la humildad, la disciplina y el deseo de explorar sus verdaderos límites.
Al final, la historia de Joseba se resume en una frase que él pronuncia sin buscar impacto: “Quiero ver hasta dónde puedo llegar siendo yo mismo, sin atajos”, sentencia.