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Esto no se le hace a un amigo

Un amigo que me lee asiduamente –el pobre– me avisa de que esta última semana me ha visto críptico y equidistante en materia energética. Precisamente ahora, que lo que pide nuestra naturaleza tras el susto eléctrico es hallar culpables de los que poder prescindir sin necesidad de hallar soluciones.

Me espetó que aclare si me he rendido al lobby nuclear o al verde; si renuncio a un futuro sostenible y me adhiero a los intereses de quienes –según ha escuchado– abogan por la proliferación nuclear para disponer de más ojivas militares, que deben ser un negocio morrokotudo, o si, por el contrario, estoy dispuesto a someter el bienestar de la gente a un modelo de pensamiento woke que encarece la generación de energía y enriquece a los millonarios de la industria verde.

Ante el aluvión de frases redondas suministradas por los creadores de opinión en red opto por ahondar en la estrategia del montón pilón: acumular argumentos que se desactivan unos a otros y no llevan a ninguna parte. Le dije que mi postura es clara: nuclear no, pero que su producción no es sustituible hoy por hoy y, al fin y al cabo, si la prioridad es combatir el calentamiento global, en eso nos ayudan. Que hidrocarburos, ni pensar, por la razón ambiental inversa, pero que no explorar una vía de eficiencia y combustibles más limpios me parece un desperdicio. Y renovables, cuidado; no serán tan limpias si nadie las quiere en su pueblo y, si no funcionan con regularidad, a ver si vamos a tener que funcionar irregularmente todos. “Pero, entonces, ¿cómo elegimos una?”, me mira entre desconcertado e indignado por la reducción al absurdo que implica la suma. “Exacto”, le digo. Cuando mi ego queda satisfecho, llega la culpa. Esto no se le hace a un amigo.

2025-05-06T06:03:03+02:00
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