Mundial

Inglaterra especula ante EE.UU. y desluce su imagen

El aburrido empate a cero refleja la actitud reservona de la gran favorita del grupo, así como los escasos argumentos de los americanos para rentabilizar su ambición
Lance del partido entre Inglaterra y Estados Unidos
Lance del partido entre Inglaterra y Estados Unidos

Un empate sin goles no es sinónimo de mal partido y, además, en las fases de grupos suele responder a los cálculos que realizan los contendientes pensando exclusivamente en seguir con vida en el campeonato. Anoche hay que suponer que lo que más pesó fue lo segundo, dado que el espectáculo se resintió notablemente, en especial en lo que compete a Inglaterra. La legión de detractores de Gareth Southgate acumuló un motivo más para criticar al seleccionador inglés, que carga con el sambenito de triste, de que no pone de su parte para exprimir los poderosos argumentos creativos y rematadores que reúne su combinado. Inglaterra salió a aguantar el cero a cero, acaso pensando que la inferioridad de Estados Unidos terminaría por decantar el duelo a su favor, por simple inercia. Sin embargo, se encontró con un enemigo respondón, que se esforzó cuanto pudo por vencer, pero que, en efecto, no pudo disimular su rango de comparsa en la Copa del Mundo.

De ganar, Inglaterra hubiese certificado su presencia en octavos, meta que seguramente alcanzará porque le espera la más débil del Grupo B: Gales que ayer sucumbió ante Irán, renacida de sus cenizas. La esperanza americana pasa por derrotar a Irán y confiar en que los ingleses cumplan su parte ante los galeses. Si de cara al tercer compromiso, unos y otros saltan al campo con la actitud de ayer, el éxito yanqui será una opción cuando menos razonable, mientras que Inglaterra deberá esmerarse algo más si no quiere que el ardor que garantizan sus vecinos le pase factura.

Lo que se interpretó en el comienzo como suficiencia bien entendida de los ingleses se plasmó en una iniciativa parsimoniosa que viniendo de donde venía, de impactar ante Irán, pareció tener su lógica, y Estados Unidos lo aceptó de buen grado, haciendo gala de similar paciencia. Con el paso de los minutos, lento la verdad, el gobierno cambió de bando porque sin proponer nada que derive en situaciones de peligro es inevitable que así suceda. Para cuando le pudo interesar, Inglaterra se vio impotente para meterle otra marcha a su juego, el rival se le había subido a las barbas con una velocidad superior en las transiciones, exhibiendo ambición e intensidad. Una tónica que únicamente varió cerca del descanso con un par de latigazos ingleses, imprescindibles para justificar las tablas resultantes de un período del que, en líneas generales, los americanos salieron reforzados.

Kane pudo marcar pronto, pero a esa acción se redujo el balance en ataque de la selección favorita hasta la llegada del tiempo añadido. Fue la única vez que aceleró, una combinación eléctrica de Bellingham y Saka. Un central acertó a tapar el remate del ariete y hasta el descanso el campo fue paulatinamente inclinándose hacia la portería de Pickford. De forma imperceptible al principio hasta que cerca de la media hora McKennie lanzó una advertencia. Le secundaría el activo Pulicic con un zurdazo que devolvió el larguero y un cabezazo posterior desviado, todo ello en torno a la media hora.

Daba la sensación de que los de Southgate jugaban con fuego, que se exponían en demasía, y de repente Shaw se salió del guión, penetró hasta la cocina y su pase de la muerte pilló en mala postura a Saka. Segundos después, asomaba un apagado Sterling para servir a Mount, cuyo chut a duras penas repelió Turner. Bueno, seguía habiendo partido. Quedó confirmado a la vuelta de vestuarios, pues los americanos se negaron a esperar más, se sintieron con fuerzas para intentar consumar la sorpresa.

Kane, la excepción

La respuesta de Inglaterra, decepcionante, en la línea de su comportamiento previo, centrada en aguantar el impulso de su adversario, sin apenas activarse más allá de la divisoria, fiado a la solidez de su zaga, en especial Shaw y Maguire, dato este que ayuda a comprender el tipo de encuentro que ofreció, las escasas luces que deparó su propuesta. Ni a Southgate le agradaba lo que ocurría ante sus ojos: Inglaterra, agazapada, pendiente de que Kane, solo él trató de dinamizar el juego, contagiase al resto. En vano, así que recurrió al nervio de Henderson, cuyos ostensibles gestos solicitando mayor empuje fueron significativos, y las habilidades de Grealish, otro que se limitó a amagar. De nuevo en el añadido se produjo la ocasión inglesa, un cabezazo sin dirección del capitán. Estados Unidos ni inquietó a Pickford, no fue por falta de ganas, fue porque no tenía con qué.

2022-11-26T21:05:03+01:00
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