Tendría que mirar la hemeroteca. No recuerdo bien si fue el último o el penúltimo año de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno español. En la consabida negociación para apoyar los presupuestos, el PNV volvió a pedir las transferencias pendientes, incluyendo las intocables, a saber, la gestión de las prisiones y la Seguridad Social. En plenos ejercicios de seducción, me tocó entrevistar al entonces presidente del PP vasco, Alfonso Alonso. Cuando le pregunté si el traspaso de ambas materias suponía un tabú, la respuesta me hizo enarcar una ceja de sorpresa. Según Alonso, no había por qué considerar una quimera que se pudiera consumar lo que viene escrito negro sobre blanco en el Estatuto de Gernika. En honor a la verdad, he de decir que el único límite que puso fue el de no romper la mitificada caja única. Todo lo demás era cuestión de hablarlo.
Traigo a colación la vivencia personal porque se diría que, al paso de los calendarios, el cuento ha cambiado para los genoveses. No hay más que ver cómo han empezado a enredar en el Senado alertando sobre los peligros de una transferencia que está consignada en tres apuntes clarísimos del mentado Estatuto. Con razón preguntaron los jeltzales en la cámara alta si lo que están reclamando los de Feijóo es el incumplimiento del que sigue siendo el texto legal de referencia de la CAV.
Anoto al margen mi reconocimiento a la senadora socialista Eva Granados que, pese al despiste de algunos reporteros que entendieron justo lo contrario de lo que había dicho, sostuvo que era un bulo que el traspaso de la Seguridad Social implicase la ruptura de la caja única. Quisiera añadir en el aplauso al secretario general del PSE. Lástima que lo que dijo Eneko Andueza anteayer fue que la victoria socialista en las próximas elecciones vascas evitaría que la dichosa caja se rompiera. Menos mal que no será el negociador.