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¿Eran nuestros antepasados monógamos?

Pérez Iglesias explica que el ser humano ha ido evolucionando y alejándose de la poligamia de los ancestros de la especie
El catedrático de la UPV/EHU ha publicado el libro sobre evolución humana ‘Primates al este del Edén’. | FOTO: JOSÉ MARI MARTÍNEZ
El catedrático de la UPV/EHU ha publicado el libro sobre evolución humana ‘Primates al este del Edén’. | FOTO: JOSÉ MARI MARTÍNEZ

Donostia – ¿Por qué andamos sobre dos piernas? ¿Por qué somos los únicos homínidos sin pelo y la especie que más suda? “Son cosas raras, pero nada de eso ha ocurrido por casualidad, todo tiene una razón de ser”. Ese es precisamente el eje del libro del catedrático de Fisiología de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) Juan Ignacio Pérez Iglesias, que ha reunido decenas de fragmentos de información sobre la evolución humana en Primates al este del Edén.

El investigador desvela las claves del éxito biológico que permitió que nuestra especie se expandiera hasta los últimos confines del planeta. A lo largo de sus páginas, el libro aborda desde el funcionamiento “de cómo se las arreglaron nuestros antepasados para pasar de un modo de vida arbóreo a un modo de vida en el suelo”, consumiendo recursos que antes no se consumían, sobre todo carne, hasta “las transformaciones que dieron lugar a nuestra fisiología”.

El experto utiliza una metáfora, la expulsión del Edén, para hacer mención del motivo que empujó a nuestros antepasados a evolucionar y adoptar características que aún hoy se mantienen en el cuerpo humano. El oeste de África está poblado por selvas, pero el este no, abunda la sabana, bosques pequeños, praderas... Se produjo un fenómeno climatológico y geológico que dio lugar a que el este de África se secase y desapareciese la selva. Este hecho hizo que los primates, antepasados que compartimos con los chimpancés, algunos se quedasen en la selva, y ahora son chimpancés, y otros evolucionasen en lo que ahora somos, seres humanos.

Iglesias apunta que “esa evolución se produjo porque unos se quedaron en la selva, y nuestros antepasados se adaptaron a una zona con menos árboles y más praderas”. Y es que el entorno natural de un primate es la selva. “Es como si la desaparición de la selva hubiese sido una expulsión del paraíso”. Ello obligó a nuestro linaje a adaptarse a un medio distinto, a consumir alimentos distintos, a desplazarse sobre las dos piernas, a correr, a andar para cazar o a perder el bello grueso. Hay más de 190 especies de primates y la única que no tiene bello espeso es la nuestra. En esa adaptación se perdió el pelo grueso porque facilitaba que el sudor se evaporase en la superficie del cuerpo. “Somos el animal que más suda”, dice el investigador.

Sin embargo, este no es el único aspecto que trata Pérez Iglesias en el libro, donde se habla también de la crianza compartida, del crecimiento o de la reproducción, “cosas que forman parte de los atributos de nuestra especie”, sentencia.

Desvela numerosas curiosidades, como la alta capacidad del ser humano para correr, “algo que suele sorprender”. Según el biólogo, “nos parece que hay animales que corren mas rápido, pero muy pocos que tienen más resistencia”. Pone como ejemplo los perros de trineo, “pero han sido seleccionados artificialmente”. Además, el experto sostiene que “para correr o andar largas distancias bajo el sol somos la especie que más resiste, es la clave por la que nuestros antepasados eran buenos cazadores. Toleramos muy bien el calor y sus presas no”.

Crianza compartida

Una de las características más importantes del ser humano, apunta el catedrático, “es que es muy cooperativa en diferentes aspectos. Es una especie social”. De hecho, subraya que “no podemos vivir solos”. Además, una de las claves del éxito humano es que las madres tienen mas crías que las chimpancés o gorilas porque el intervalo entre nacimientos es menor y el destete es más temprano. Tras esta realidad hay varias razones de orden biológico y “ tres elementos clave”.

Por un lado, las parejas masculinas contribuyen a la crianza. Pérez Iglesias apunta que “es muy probable que las abuelas tengan un papel importante en la crianza de los nietos” y lo relaciona con que las mujeres tienen la menopausia, “un periodo significativo en el que viven y no se reproducen. Y esto, desde el punto de vista biológico, es una anomalía”. Por último, la crianza de las crías es un tarea colectiva, lo cual “supone una gran diferencia con las chimpancés ya que estas no dejan jamás que toquen a su cría, sin embargo una humana deja que la coja la vecina, la tía, la abuela, etc”.

Supervivencia de la especie

El experto pone sobre la mesa dos conclusiones: “Somos lo que somos por el pasado que hemos tenido, y ni siquiera es pasado, ya que tenemos rasgos que son una herencia”. Y por otro lado, “hemos tenido éxito porque hemos sido capaces de superar limitaciones que otros no han sido capaces”.

Ejemplo de ello son los actos de correr detrás de las presas, de cazar en grupo o la crianza cooperativa, claves que “nos han permitido el éxito”, sin olvidar la importancia de la colaboración entre los distintos individuos, “esencial en nuestra especie”. Sin embargo, aunque el catedrático insiste en que “somos una sociedad hiper cooperante” apunta que “se está perdiendo un cierto sentido de comunidad, lo que nos hace más individualistas, nos hace perder anclajes sociales”.

2023-11-20T07:33:03+01:00
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