Política

El PNV fija en la lucha contra la abstención su gran objetivo a dos meses de las elecciones

Los jeltzales quieren movilizar una participación superior al 60% en las municipales y forales del 28 de mayo
La militancia ondea unas ikurriñas, en un acto del PNV.
La militancia ondea unas ikurriñas, en un acto del PNV.

El 28 de mayo es el día señalado para las elecciones municipales y forales... pero también para la celebración de muchas comuniones, o para disfrutar de un día apacible en la montaña o en la playa si hace sol. Una vez más, la sombra de la abstención se cierne sobre las urnas y, a dos meses de los comicios, los partidos van a tener que mentalizar a los votantes para que comiencen a girar la mirada hacia la cita electoral y para que se combata la sensación de cansancio que se percibe tras la etapa de la pandemia y en plena desafección política. Van a tener que mentalizarlos para que hagan un hueco en sus pensamientos a estas elecciones más allá de los planes para la próxima Semana Santa o de una actualidad política colonizada por los rifirrafes en el Estado. Las elecciones quedan a dos meses de distancia, se convocarán el próximo 3 de abril y, en este momento, el PNV fija en la movilización y en la lucha contra la abstención su gran objetivo. Fuentes del EBB consultadas por este periódico creen que una participación superior al 60% los beneficia.

El PNV cree que los datos de las elecciones autonómicas de julio de 2020, en pleno coronavirus, con una participación escasa del 50,78%, acreditan que cuenta con un suelo de votos muy alto y sólido, como lo demuestran los 349.960 apoyos recibidos en esa cita electoral, un 39,07% de los sufragios y a 100.000 papeletas de distancia con EH Bildu, incluso en esas condiciones desfavorables. Pero, en cualquier caso, la cifra de votos no fue tan elevada como en citas precedentes con una concurrencia a las urnas mucho mayor. El partido liderado por Andoni Ortuzar considera que es el grupo que mayor jugo le podría sacar a una elevada participación por su centralidad política y su capacidad de atracción. Por el contrario, la participación baja beneficiaría a EH Bildu. En 2020, la abstención también benefició a Vox, que logró entrar en el Parlamento con un escaño que se disputaba precisamente con el PNV. ¿Cuáles son las razones?

Las encuestas que maneja el PNV lo sitúan como el partido favorito de los indecisos. Ahí tiene una bolsa importante de apoyos potenciales que quiere movilizar y que le proporciona un margen de crecimiento superior al de otros partidos. En el histórico de las encuestas de Gizaker, el principal factor de indecisión es votar o no votar. El más perjudicado por no ir a votar es el que más votos tiene, el PNV. El segundo factor de indecisión se produce entre apoyar al PNV o a otro partido, porque el PNV es el más votado, es un favorito y es de centro.

Su techo es elevado porque recibe mucho voto de gestión, más templado y menos ideologizado. En ese punto, le toma la ventaja a EH Bildu, que tiene un suelo muy fiel, pero un techo bajo y una capacidad de atracción de voto más limitada. No ha conseguido por ahora vaciar de apoyos a Elkarrekin Podemos-IU con tanta intensidad como aspiraba en un principio. EH Bildu es el primer partido en fidelidad de voto y, por ello, le puede interesar una participación baja porque los suyos irán a votar sí o sí y, cuanto menor sea la participación del resto, más escaños tendrá asegurados. Es lo que sucedió con Vox en 2020. Logró un escaño por Araba con 4.734 votos gracias a la elevada abstención, mientras que C’s no lo consiguió en 2016 a pesar de haber recibido 50 votos más.

En cuanto al poder de atracción, en unas elecciones con una abstención histórica como lo fueron las de 2020, la izquierda abertzale recibió 249.580 papeletas, una cifra que se sitúa en su horquilla habitual de los últimos años. De hecho, es incluso superior a otras citas donde la participación fue más alta y, aun así, EH Bildu no consiguió atraer más votos: ahí están los peores resultados en Juntas de 2015 y en el Congreso en 2019 o, por compararlo con una convocatoria del mismo tipo, en la cita al Parlamento Vasco de 2016, a la que acudió el 60,02% del censo, se quedó en 225.172 votos, un 21,26%, frente a los 398.168 del PNV (37,60%), una distancia entre ambos que casi duplica a la de 2020.

En las municipales de 2019, la participación fue del 65,97%, superior al 60% que se fija ahora como objetivo el PNV, y los jeltzales consiguieron 53.000 papeletas más de las que lograrían en las autonómicas de 2020, frente a las 31.000 más que arañó EH Bildu. En las forales, con una participación del 66,1%, el efecto fue más contundente: el PNV logró 84.000 respaldos más de los que obtendría en 2020, y Bildu, solo 17.000 más.

Esta premisa ha funcionado en los años más recientes de la secuencia, sin tener en cuenta las convocatorias más cercanas a la legalización de la izquierda abertzale que provocaron una sensación de euforia en torno a este sector político y lo hicieron regresar al Parlamento con 277.000 votos en 2012, una cita donde, además, aún no había nacido Podemos Euskadi.

Aislarse de Madrid

En sus encuestas, el PNV no detecta un deseo de castigar al partido jeltzale o de emitir un voto de rechazo. La gestión de Osakidetza no emerge como un factor de desgaste para sus siglas a pesar de los momentos de agitación en la OSI Donostialdea y el riesgo de que se extienda la percepción de que es cada vez más complicado conseguir una cita rápida en los ambulatorios. No se descarta que ese debate sea más problemático en las elecciones autonómicas del año que viene pero, por ahora, lo que detecta el PNV es más bien una sensación de cansancio, un riesgo de desmovilización. El PNV está tan convencido de que le irá bien si la participación es alta, que hace un llamamiento para que la ciudadanía vote de manera masiva. Estaría por ver si EH Bildu ha tocado techo y, en ese caso, cómo podrían debilitarla una llamada de GKS a la abstención o las tensiones internas en EA.

La estrategia del PNV, por otro lado, consistirá en centrar la atención en los proyectos concretos para los municipios y los territorios y, para ello, considera necesario aislarse lo máximo posible del clima de Madrid. El día 28 no solamente se celebrarán las elecciones en los municipios vascos y en las Juntas Generales, sino que también el resto de localidades del Estado están llamadas a votar y habrá comicios en varias comunidades. Ya se está cocinando desde hace meses desde los medios de comunicación estatales y los principales partidos españoles el mensaje de que estas elecciones son una primera vuelta de las elecciones generales de diciembre, un mensaje que el PNV quiere cortocircuitar en Euskadi. Además, quiere desvincularse de la crispación y el “espectáculo” de Madrid. En ese sentido, el Sociómetro sobre cultura democrática, en su última edición de 2018, sí constataba una mayor satisfacción con el funcionamiento de la democracia en Euskadi (59%, muy o bastante satisfecho), frente al Estado (24%, muy o bastante satisfecho).

Artolazabal, Gernika...

Todos los partidos están pendientes de los puntos más calientes. En el caso de Gasteiz, los jeltzales están convencidos de que han acertado con la exconsejera Beatriz Artolazabal como candidata, porque es mujer y les permite feminizar sus listas, y porque la ciudadanía premiará que viene del Gobierno vasco e interpretará que se va a inyectar dinero en la capital alavesa.

En materia de alianzas, el pacto PNV-PSE es la primera opción tras las elecciones, aunque la experiencia ha demostrado que cada ayuntamiento tiene vida propia y pueden saltar las sorpresas. Los socialistas quieren retener plazas como Eibar e Irun donde, a su vez, el pacto con el PNV se antoja muy complicado porque se arrastran desde hace años unas diferencias que entran en el terreno de lo personal, algo que no cambiará teniendo en cuenta que siguen los protagonistas (por parte jeltzale, Josu Mendicute y Xabier Iridoy). El PSE ha justificado sus acuerdos con la izquierda abertzale, sobre todo en los últimos tiempos en Eibar, acusando de deslealtad al PNV. Habrá que ver qué papel juega Elkarrekin Podemos, porque es posible que empuje a favor de las mayorías sin el PNV.

El partido de Andoni Ortuzar aspira a recuperar Galdakao y Durango, dos municipios en los que fue la lista más votada en 2019, pero fue desalojado por EH Bildu en alianza con grupos independientes y con Elkarrekin Podemos. El juego de las ententes tiene también nombre propio en Gernika-Lumo, el de Jose Mari Gorroño. El PNV había apalabrado con el alcalde que en 2023 se presentaría con su propio candidato, Xabier Irazabal, y las encuestas lo sitúan en cabeza, pero empatado con EH Bildu. La tercera plaza sería para Gorroño, que tendría la llave del desempate.

Mucho más holgada se prevé la situación de Juan Mari Aburto, quien podría conseguir una mayoría absoluta en Bilbao. Incluso en ese caso, aunque no necesitara más apoyos, el PNV se decantaría por mantener el gobierno de coalición con el PSE dentro de un pacto global para evitar sorpresas en otras plazas donde los socialistas podrían jugar sus cartas explorando mayorías alternativas.

En Nafarroa, la pelea del PNV es que Geroa Bai, la coalición de la que forma parte, quede por delante de EH Bildu. En cuanto al Ayuntamiento de Iruñea, sobrevuela la posibilidad de que Ferraz frene el apoyo de los socialistas a Asiron (EH Bildu) porque esa fotografía podría perjudicar a Sánchez en las generales de diciembre, pero todo dependerá de las necesidades de María Chivite en el Parlamento.

2023-03-27T06:13:04+02:00
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