Los bulos, o fake news, como los llamamos ahora, de mayor tonelaje no se fabrican en cobachas oscuras, sino en los grandes gabinetes de prensa que, cada vez, lo son más de marketing.
Una vez finiquitadas las trolas, los trabajos los hacen las grandes agencias y los medios más serios, incluyendo, o empezando, por los que presumen de pasar 1.000 filtros a cada noticia.
Los demás aportamos nuestra parte de culpa en la difusión de informaciones que llevan bicho dentro. Y les pongo el ejemplo más reciente. Este es el día en el que todos creemos a pies juntillas que el gobierno francés ha puesto firmes a los grandes emporios de distribución y les ha obligado a limitar el precio de los productos de primera necesidad.
Le faltó tiempo a la vicepresidenta Yolanda Díaz para felicitarse porque Macron haya hecho lo que viene proponiendo ella. La cuestión es que lo único que han aceptado las cadenas es rebajar lo más que puedan una serie de productos de su elección e identificarlos con una etiqueta común en la que se leerá "trimestre anti inflación".
Es decir, que no hay ninguna obligación por parte de los centros comerciales. Si le dan media vuelta verán que no están haciendo nada que no se haga ya a través de las ofertas semanales o quincenales de los folletos que nos llegan al buzón.
En función de sus intereses y sus estrategias, las cadenas bajan sus precios de las referencias que estiman convenientes. Resumiendo, la novedosa y radical iniciativa es pura pirotecnia que, además de no aportar nada, solo está al alcance del gran comercio. Las tiendas de barrio ni pueden planteárselo.