Han estado todas, como siempre. Las melodías desordenadas, ese popurrí sanferminero colmado de bailes y coros al punto de la mañana. Incluso esa pasmosa normalidad, que ha querido llegar para quedarse –al menos– durante estas fiestas. Después ya veremos. El caso es que las de este jueves por la mañana parecían unas Dianas más, las de un 14 de julio, con ese ambientico tan especial: las canciones de siempre, los caramelos de Teresa Aristu desde el balcón y los churros de La Mañueta, desayuno indiscutible por estas fechas. Pero para Jesús Olóriz no ha sido un día normal, y asegura que lo recordará siempre con morriña. “No sé lo que voy a hacer pero no creo que me quede en San Fermín el año que viene, me va a dar mucha mucha pena”, reconoce, casi ya con nostalgia. Se jubila este diciembre después de 45 años en La Pamplonesa y estas serán sus últimas fiestas junto a la banda, con la que tantas calles ha recorrido pertrechado con su saxofón. Han sido “más especiales si cabe” porque han tardado en llegar y porque se quedarán en su memoria, pero también porque sus compañeros y compañeras, esa gran familia musical, ha decidido rendirle homenaje.
“Ha sido precioso, no me lo esperaba para nada. Hay muy buen ambiente, ha venido mucha gente y ha sido muy especial”, señala. Le han regalado una batuta dedicada y los bailes y los churros le han sabido mejor que nunca. “Llevo un montón de años y no recuerdo unas Dianas con tanta gente todos los días, lunes, martes o miércoles... Ha sido espectacular”, reconoce. Y es que estas fiestas, tras dos años de parón, “las he cogido con ganas. No sabría con qué acto quedarme porque en Sanfermines cada cosa tiene su grado de disfrute y todo es emotivo. Las procesiones, la del día 7 y la octava, las Dianas, porque aunque el horario es un poco malo y hay que madrugar mucho, la gente se lo pasa estupendamente. Las mulillas, cuando vamos con la gente a la plaza, nos acompañan... Es precioso”, asume.
Valora el buen ambiente que hay en la banda, “en lo personal y en lo profesional. Han sido años muy buenos, los he disfrutado mucho y les estoy muy agradecido. Ha salido todo fenomenal”, dice, recordando las últimas fiestas, en 2019, cuando lanzaron el Chupinazo por el centenario. “Fue algo único. El último año antes de que llegara la pandemia, pues todavía más emotivo. Es una responsabilidad y también un orgullo”, explica.
Natural de Aoiz aunque vecino de Pamplona desde hace años, regentó también un bar en San Juan, con sus hermanos (el Agoizko) pero desde 2005 se ha dedicado por entero a la música. A sus 64, confiesa que es necesario dar el paso, jubilarse, “porque hay mucha gente que quiere entrar a formar parte de La Pamplonesa, gente joven. Hay relevo pero también es cierto que los que estamos, estamos tan a gusto que no nos queremos ir”, bromea.
Después de tantos años en la banda municipal, recuerda especialmente los Sanfermines del 78. “Estaba en la banda militar, hacíamos cuatro dianas con La Pamplonesa y otras cuatro con la banda militar, y las corridas de toros. Recuerdo lo de Germán, cuando se suspendió, cuando pasó todo... Esos tiempos”, rememora.
Se irá con pena, asegura que se quedaría aunque fuera un año más. Y que tampoco sabe bien qué hará cuando se jubile, quizás parar un poco, que es algo prácticamente vetado para los músicos durante estas fechas, en días de blanco y rojo. “También para los gigantes y cabezudos, la comparsa... Para muchos gremios. Siempre estamos de aquí para allá pero es bonito, es un trabajo social. Lo vivimos desde dentro con los grupos, la corporación municipal, txistus, otros músicos, gigantes... Hay gente que pagaría por ello, es un privilegio para la banda, estar ahí”, reconoce.