Aparte de las evidentes, una de las consecuencias más dañinas del caso Koldo-Ábalos-Cerdán es que los manejos sólidamente documentados de la tripleta letal son tan psicodélicos que abren la puerta a la creación y difusión de fantasías delirantes malintencionadas que se dan por ciertas prácticamente de oficio. El umbral de la verosimilitud ha caído a ras de tierra. Da igual lo disparatado de los enunciados. Si tiene pinta de ser verdad lo del reparto de prostitutas, las colocaciones de exparejas en empresas públicas o las groseras conversaciones sobre mordidas millonarias, es que puede serlo cualquier cosa. Ahí es donde están haciendo su agosto los buleros de la peor estofa, especie de la que forman parte y se retroalimentan entre sí chiringuitos comunicativos (igual de la fachosfera que de la zurdoesfera) y politicastros ayunos de decencia que se procuran sus votos y su sueldo esparciendo guano. Si el "calumnia, que algo queda" siempre ha sido principio rector de ciertos partidos y personajuelos, hoy sus límites se han expandido hasta lo infinito. Lo estamos viendo en el desparpajo con que se vierten gravísimas acusaciones sustentadas en cuatro pespuntes de realidad rebozados en un engrudo de mentira, voluntad de hacer daño y autopercepción de impunidad, sobre todo si se es aforado. Por si lo que describo no fuera lo suficientemente grave, las víctimas de los infundios lesivos se ven en la más precaria de las indefensiones. Si reaccionan, acaban contribuyendo a multiplicar la patraña. Le ha pasado al PSE, que tuvo que salir a desmentir una información de Vocento más que cogida por los pelos, que pretendía conectar a un dirigente con la trama a partir de especulaciones. También el periodista Jordi Évole se vio obligado a anunciar acciones legales contra los chafarderos que lo implicaban en la búsqueda del abogado de Cerdán. Igualmente, el PNV ha debido alzar la voz contra las imputaciones infames e infamantes del líder del PP vasco. Y me temo que es solamente el principio.