Manda carallo con la legislación electoral vigente, tan exquisita para unas cosas y con tanta manga ancha para otras. Resulta que no hay impedimento en presentarse el mismo día como cabeza de lista a la presidencia de la Comunidad de Madrid y como cierre de candidatura municipal en Bilbao.
Allá películas con los 500 kilómetros de distancia y, desde luego, con el conocimiento mínimo del lugar con el que se aspira aunque sea teóricamente a ejercer la representación de la ciudadanía. Gracias a semejante falta de seriedad, el próximo 28 de mayo la papeleta del PP en la capital vizcaína llevará impreso el nombre de Isabel Díaz Ayuso.
Nos lo podemos tomar como anécdota, o txirenada, que dirían en la villa, pero en realidad estamos ante una categoría. Esta operación de marketing, disfrazada de rollete simbólico y dignidad de plexiglás, es el retrato del personaje y ahora mismo también de su partido.
Es verdad que hay una ideología, y muy rancia, detrás, pero también que nos la están colocando como si se tratase, que de hecho se trata, de un producto comercial. Por una serie de motivos, entre los que no es ajeno la torpeza de sus rivales políticos, el sello Ayuso vende.
Por eso se la rifan en saraos de todo tipo y sus conmilitones de todas las pedanías solicitan la presencia de la lideresa en actos electorales.
Los que manejan la escuadra y el cartabón en su cuartel general, que no es la calle Génova, sino en el edificio de Sol, sede de la Comunidad, han decidido regalar el premio gordo a la franquicia pepera en Bilbao. Y así todo el mundo sabrá quién cierra la lista, pero no el nombre del que la encabeza.