Pablo (Hugo Silva) decide bajarse del tren en la estación de un pueblo olvidado, compra un piso viejo y destartalado frente a las vías y empieza una nueva vida, como si no fuera el reconocido arquitecto que en realidad es. Tal vez esté huyendo de alguien, de algo, o incluso de sí mismo. En ese pueblo detenido en el tiempo, vive Raluca, una mujer optimista y abierta a las sorpresas que pueden cambiarlo todo para bien.
Ella ha decidido confiar en su suerte, aunque la vida no siempre le haya mostrado su mejor cara. Este es el punto de partida de la película La buena suerte (2025), una historia donde se entrelazan el mal y la bondad, el miedo y la esperanza, el amor y el odio más profundo. Dirigida por Gracia Querejeta, la película cuenta con un reparto encabezado por Hugo Silva, Megan Montaner, Miguel Rellán, Álvaro Rico y el pamplonica Daniel Vitallé.
¿Por qué decidió participar en esta película?
-Cuando me llegó el guion, lo primero que me atrapó fue ese aire tan misterioso: un tipo que para el tren en medio de la nada porque vio un cartel de un piso en venta en un pueblo pequeño, lo compra sin ni siquiera verlo, no coge el teléfono y nadie sabe qué está pasando. Pero lo que más me interesó fue el conflicto central: alguien que rompe con su propio hijo. ¿Qué pasa cuando la persona más tóxica y peligrosa en tu vida es tu propio hijo?, ¿cómo se afronta algo así? Creo que puedes cortar muchas relaciones, pero cortar con un hijo es algo totalmente antinatural para un padre. Me parece aterrador que tu hijo sea un psicópata. ¿Cómo se gestiona eso? Lo primero que haces es huir, no afrontarlo, es lo que haría cualquiera; todos necesitamos un proceso para asumir situaciones así. Ese conflicto me pareció súper interesante. Además, poder trabajar con Gracia Querejeta, una directora tan experimentada, y volver a coincidir con Megan, fue realmente motivador.
¿Cómo describiría a Pablo?
-Mi personaje se enfrenta, desde mi perspectiva, al conflicto más fuerte que puedes vivir, especialmente como padre. Al tener tan poco diálogo, tuve que echar mano de mucha imaginación. Cuando un personaje habla mucho, tienes muchas pistas para construirlo, pero aquí no era así. Al empezar a estudiarlo y a darle forma, todo comenzó a surgir poco a poco. Para mí, Pablo es una buena persona que está completamente superada, y con eso y un poco de instinto, fui construyendo al personaje.
¿Cómo ha sido trabajar con Gracia Querejeta?
-Pues la verdad es que ha sido fantástico. Trabajar con directores y directoras experimentados siempre es una maravilla porque aportan mucha seguridad y, sobre todo, saben dejarse sorprender. Eso es un ejercicio que, con el tiempo, aprenden a hacer muy bien. Todos tenemos claro cómo queremos que sea una escena, pero en el rodaje surgen circunstancias que hay que saber manejar: desde cómo lo interpreta un actor o actriz, hasta factores externos como el entorno, la localización o el clima. Y justo eso es parte de la magia del cine, saber aprovecharlo. Gracia Querejeta demuestra esa experiencia al aprovechar todo eso en lugar de dejar que sea un obstáculo. En ese sentido, me sentí súper cómodo.

El actor Hugo Silva en una escena de la película 'La buena suerte'.
¿Hubo algún desafío en particular al que se enfrentó en el rodaje?
-Fue un rodaje bastante disfrutón. Siempre que ruedas en pueblos perdidos es muy agradecido, porque la gente se vuelca, les hace muchísima ilusión que vayas a grabar allí y te agasajan con comida, te tratan genial. En el pueblo donde estuvimos, por ejemplo, el plan era ir a la piscina y luego venían a vernos rodar. Nos aplaudían cuando terminábamos una secuencia, era divertidísimo. Y luego, cuando estás fuera de tu ciudad y de tu entorno habitual, se crea mucho compañerismo. En ese sentido fue un rodaje súper bonito y muy cómodo.
¿Comparte secuencias con el actor navarro Daniel Vitallé. ¿Cómo ha sido trabajar con él?
-Pues la verdad es que muy bien. Tiene muchísimo instinto y una fuerza increíble. Me ayudó mucho su interpretación, sobre todo porque su personaje es clave en mi trama: él encarna el verdadero conflicto de mi personaje, que es su propio hijo. Y la verdad es que le veo con muchísima potencia y mucho instinto.
El largometraje se ha rodado en parte en Pamplona y en varios pueblos como Obanos, Oteiza o Muruzabal. ¿Conocía Navarra?
-Sí, conocía Navarra, pero no estos pueblos, así que ha sido una experiencia fantástica y maravillosa. Además, estuvimos viviendo sobre todo en Pamplona, y me enamoré. Me parece un lugar increíble para comer, para vivir y para moverte desde ahí.
¿Qué mensaje espera que se lleve el público cuando vea la película?
-A mí lo que me gustaría es que el público reflexione sobre todo lo que le pasa a Pablo, porque creo que es un conflicto muy complejo. Pero hay algo que me parecía especialmente interesante y muy luminoso: al final, siempre amanece. Y mientras siga saliendo el sol, cada día es una nueva oportunidad. Puede sonar muy hippie, pero en realidad es algo inevitable, muy realista. Y creo que es justo eso a lo que todos deberíamos agarrarnos para poder afrontar cualquier problema.