Vuelve a ser 25 de octubre y el Estatuto de Gernika sigue sin cumplirse, Eso no evitará que los máximos responsables del incumplimiento celebren y glosen hoy el texto que se ha quedado en papel mojado.
Ya ni sorprende ni casi indigna el desparpajo de tomar como símbolo del gran entendimiento de las ciudadanas y los ciudadanos de los tres territorios un documento sistemáticamente vaciado de contenido.
Miren que hubo un tiempo en que todos creímos que podía ser así, como lo prueba el entusiasmo que siguió a su aprobación hace 43 años con más del 90% de los votos a favor. Pero poco tardaron en truncarse las expectativas.
A la vuelta de la esquina aguardaba la infausta LOAPA y, a partir de ahí, no solo la resistencia a materializar las transferencias consignadas, sino una indisimulada recentralización que ha ido afectando a las competencias asumidas.
Se nos promete ahora, por enésima vez, que se retomará el calendario de las negociaciones pendientes. Ojalá sea la definitiva, pero no será suficiente. Incluso aunque se completara del punto a la cruz, el Estatuto de Gernika, que fue un magnífico texto para su época, se nos ha quedado corto.
Han pasado más de cuatro décadas y es perentoria la necesidad de alcanzar un nuevo pacto que conserve lo que sigue siendo útil y que incorpore lo necesario para afrontar el presente y el futuro.
Ese es el reto que tienen ahora mismo las formaciones que nos representan. La duda es si será posible alcanzar ese gran consenso imprescindible. Siendo sinceros, lo que hemos visto hasta la fecha no invita al optimismo, pero no abandonemos la esperanza.