Claro, Sánchez, ya sé lo que me dice. El corazón tocado y la determinación intacta. Como frase, requetechuli. Un azucarillo para el gabinetero que se le ha proporcionado. Pero me temo que la peña necesita algo más una doliente actuación teatral interpretada, además, de un modo cartón-piedresco. Quizá le cuele a la parroquia más cerrilmente entregada. Sin embargo, si no calculo mal, el común de los votantes del PSOE, que tampoco es la releche en verso de la exigencia, pide algo más que unos fuegos artificiales dialécticos. Vamos a ver, que estamos hablando, haciendo precio de amigo, de la elección brutalmente pifiada de dos manos derechas -Ábalos y Cerdán- que han salido no ya ranas sino directamente sapos. En la más benévola de las interpretaciones, la que apunta a la ignorancia absoluta de los manejos del par de golfos que fungieron de personas de su máxima confianza, su Sanchidad queda como Cagancho en Almagro. Hace falta ser un despistado del carajo de la vela para no coscarse de los pufos sin cuento en que estaban inmersos los dos fulanos a los que se les habían concedido poderes sin límite para negociar las cuestiones más sensibles, desde la alcaldía de Iruña a la amnistía pasando por lo que cada cual quiera imaginarse. Destapado el escándalo, no hay conejo sacado de la chistera que pueda apagarlo. La recomposición pinturera de la cúpula de Ferraz no llega ni para un diente. Esto no va de nombres. Menos, cuando la sospecha generalizada es que no hay ni un solo propietario del carné del PSOE que no supiera de los peligrosos enjuagues de Ábalos, Cerdán y (tonto, tonto; mierda, mierda) el portero de burdeles Koldo García.

Resumiendo: el cambio de sillas en la Ejecutiva del partido no va a calmar el malestar. Tampoco el previsible tantarantán en el Gobierno español con que nos deleitará Sánchez en las próximas horas. Estamos, mucho me temo, en el non plus ultra. O, traducido, en la entrega de la manija a Alberto Núñez Feijóo. Y que Belcebú nos pille confesados.