Vida y estilo

San Fermín, una fiesta que detiene el tiempo

Nos adentramos en la pasión y el riesgo de los Sanfermines de Pamplona para echar un vistazo profundo a los encierros, la tradición y las emociones que envuelven a corredores y espectadores en esta fiesta legendaria que sigue cautivando al mundo cada año

Cuando uno piensa en los Sanfermines, la imagen que viene a la mente es la del bullicio y la emoción de los encierros. Sin embargo, esta fiesta que se celebra anualmente en Pamplona supone una inmersión en una vibrante tradición que combina historia, cultura y una actitud social desbordante de alegría y color.

Desde el legendario Txupinazo que estalla en júbilo y marca el inicio de la fiesta, hasta los eventos culturales que llenan cada rincón de la ciudad, San Fermín ofrece una experiencia única e inolvidable. De esta forma, nos animamos a explorar las calles de Pamplona, adornadas con los colores rojo y blanco, con la intención de disfrutar y sentir el latido de una tradición histórica, rica y vibrante.

Iniciamos con el Txupinazo 

El 6 de julio amanece en Pamplona con un cielo que guía el comienzo de nuestra aventura, conocido como el legendario y famoso Txupinazo. Nos unimos a la multitud vestida de blanco y rojo en la Plaza del Ayuntamiento, aunque se puede disfrutar de él en otros lugares, sintiendo la adrenalina y la anticipación en el aire.

Cuando el reloj se encuentra cercano a marcar las 12.00 horas y avisados por la música de los timbaleros, observamos como el cohete que marca el comienzo oficial de la fiesta se eleva hacia el cielo, haciendo estallar a la plaza en gritos, alegría y cánticos donde es posible que nos encontremos abrazados a desconocidos como si fueran amigos nuestros de toda la vida. Y es que se trata de una ceremonia inicial que no solo nos hace partícipes de la tradición, sino que nos integra en la gran familia sanferminera.

Maravillados por la tradición del pañuelo rojo, nos deleitamos con la imagen de cada una de las personas que levanta en alto su pañuelo, y que una vez finalizado el canto de San Fermín se lo ata al cuello. Se trata de un gesto simple pero poderoso, que nos conecta con la hospitalidad y el orgullo de los pamplonenses, y la diversidad de los visitantes que llegan de todas las partes del mundo.

Como detalle curioso, no nos podemos olvidar del Riau-Riau, una marcha no oficial en la que los participantes bailan al son de la música, y de la que nos sorprende la alegría con la que todos participan, a pesar del calor y de la multitud.

Los frenéticos encierros

Como no podía ser de otra manera, nos sumergimos en la esencia de los Sanfermines acercándonos a sus míticos encierros. Aunque no participemos corriendo delante de los toros, recomendamos levantarse temprano para obtener un buen lugar desde donde observar, ya que estos se llevan a cabo durante los ocho días de fiesta que siguen a las 08.00 horas de la mañana. En ellos, las calles se llenan de corredores nerviosos pero decididos mientras los primeros rayos de sol acarician las antiguas fachadas de Pamplona.

Es el sonido de los cohetes el que anuncia la salida de los toros, y en un instante, los corredores y los animales se funden en una carrera frenética por las estrechas calles adoquinadas.

Uno de los encierros durante los Sanfermines.

Uno de los encierros durante los Sanfermines. EP

El recorrido comienza en la Cuesta de Santo, una subida pronunciada y uno de los tramos más peligrosos debido a la estrechez y la velocidad inicial de los animales. Después, pasa por la plaza del Ayuntamiento, una zona más amplia y con giros pronunciados en la que tras girar a la derecha llegan a la calle Mercaderes.

De ahí pasamos a la curva de Estafeta, una curva cerrada donde los toros suelen resbalar, lo que causa caídas y amontonamientos hasta llegar a la calle Estafeta, el tramo más largo del recorrido.

Posteriormente, los corredores entran en el callejón, una zona estrecha y recta que conduce al final de la etapa, la plaza de toros, donde los bovinos son conducidos a los corrales y los corredores buscan espacios para evitar ser atrapados. Por lo tanto, es inevitable no quedarse boquiabierto por la habilidad y el coraje de los corredores en una tradición para algunos algo controversial, pero que se encuentra profundamente arraigada en la cultura navarra.

Toros corriendo en uno de los encierros.

Toros corriendo en uno de los encierros. EP

Actividades culturales

Continuando con nuestra peculiar estancia, no podemos perdernos las numerosas actividades culturales que ofrecen estas fiestas para públicos de todas las edades. Por las mañanas le echamos un vistazo a los gigantes y cabezudos, figuras que desfilan por las calles al ritmo de la música y que fascinan con su colorido y su movimiento.

Gigantes y cabezudos en los Sanfermines.

Gigantes y cabezudos en los Sanfermines. Iñaki Porto

Nos unimos a los niños en su entusiasmo por estos personajes, que nos contagian con su magia y alegría. Por su parte, los kilikis se mueven rápidamente con sus vergas en alto, listos para dar un toque juguetón a cualquiera que se acerque demasiado, haciéndonos bailar y reír en un ambiente de camaradería y celebración.

Kilikis y cabezudos en las fiestas de San Fermín.

Kilikis y cabezudos en las fiestas de San Fermín. Ibán Aguinaga

El sonido de la charanga nos guía hacia su música alegre y vivaz, con sus instrumentos de viento y percusión que marcan el ritmo de la fiesta. Pero no es lo único que nos guía, pues el aroma de su gastronomía navarra nos llama hacia uno de los puestos de comida local. Nos deleitamos con una de las mejores selecciones de pintxos como la txistorra o el bacalao al pil-pil acompañados de un buen vino de Navarra. Esta combinación hace que cada bocado se convierta en una explosión de sabor propia de la rica tradición culinaria de la región.

En el momento en que la noche cae sobre Pamplona nos dirigimos hacia el parque de la Ciudadela, donde los fuegos artificiales de cada noche durante las fiestas nos esperan para iluminar el cielo. La multitud se congrega con un murmullo de expectación en el que, de repente, el primer estallido rompe el silencio y el cielo se llena de luces brillantes y colores deslumbrantes.

Cada explosión se convierte en un cuadro fugaz en el que las estrellas reflejan los colores que pintan la noche, encontrándonos en el final perfecto de un recorrido lleno de emociones y tradiciones que se nos queda guardado en el corazón.

Dos niños viendo fuegos artificiales.

Dos niños viendo fuegos artificiales. Iban Aguinaga

No nos podemos olvidar tampoco de los numerosos conciertos que se llevan a cabo durante dichas fiestas, y de los que podremos disfrutar en diferentes horarios a lo largo de los días.

Uno de los conciertos durante las fiestas de San Fermín.

Uno de los conciertos durante las fiestas de San Fermín. EP

Cargados de recuerdos inolvidables, nos despedimos de los Sanfermines tras habernos mostrado la esencia de Pamplona, una ciudad que vive y celebra una pasión. Una tradición que esperamos con ansias el próximo año, con la intención de perdernos nuevamente entre sus calles y disfrutar de su espectacular esencia e historia.

Historia de los Sanfermines y curiosidades

Celebradas anualmente del 6 al 14 de julio en Pamplona en honor a San Fermín, copatrón de la ciudad, su origen se remonta a varios siglos atrás, con raíces tanto religiosas como paganas. La festividad comenzó con las celebraciones en honor a este santo, obispo y mártir cristiano del siglo III, que se cree que fue el primer obispo de Pamplona y que murió decapitado en Amiens, Francia. Con el tiempo, las fiestas se fueron ampliando e incorporando otras actividades. 

Aunque la esencia de las fiestas ya estaba establecida, la figura del escritor estadounidense Ernest Hemingway desempeñó un papel crucial en la popularización internacional de los Sanfermines. Visitó Pamplona por primera vez en el año 1923 y se quedó fascinado por las fiestas, incorporando sus experiencias en su novela The Sun Also Rises (1926), conocida en español como Fiesta, contribuyendo enormemente a la fama mundial de los Sanfermines y atrayendo además a visitantes de todo el mundo. Si nuestra intención es explorar algunos de los lugares curiosos que se encuentran relacionados con esta emblemática figura, les recomendamos pasarse por el Café Iruña. No solo para disfrutar de unos maravillosos churros con chocolate como es tradición antes de cada encierro, sino para disfrutar del encanto que mantiene desde principios del siglo XX. Hemingway frecuentaba este café durante sus visitas a la ciudad y lo mencionó en sus escritos, por lo que es una parada necesaria para sus admiradores. Al igual que el Gran Hotel La Perla, ubicado en la Plaza del Castillo, es uno de los más antiguos y prestigiosos, y en él, Hemingway solía hospedarse. De hecho, la habitación que solía ocupar, la número 201, se conserva en gran medida tal y como era en su época, convirtiéndose en un lugar de interés para todos sus seguidores.

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