Polideportivo

Omar Fraile rompe en La Nucía

Omar Fraile celebra la victoria en el estatal.

Todo el mundo tiene un plan hasta que suena el primer disparo y en el estatal solo se escuchaba el eco de las balas. Era un tiroteo constante. Sin desmayo. Una guerra a campo abierto, sin trincheras en las que esconderse. Sonó el silbato y se originó el caos, una maravilla. Sin patronaje ni orden establecido, la carrera tuvo el aroma de las competiciones de juveniles, donde manda el ímpetu, el espíritu de combate y el presente. Nadie piensa más allá. Omar Fraile responde punto por punto a las actitudes de los guerreros, a los dorsales que no desmayan ni se rinden. Nunca iza la bandera blanca. El de Santurtzi, que ha pasado dos campañas lejos de su mejor pose, se reivindicó en La Nucía, donde descargó su mejor versión para lograr el estatal de ciclismo en ruta. Su aceleración, que debía de servir para lanzar a Alex Aranburu, su compañero, le dejó solo ante la gloria.

No dudó el vizcaino en aferrarse al sueño. Fraile, que siempre tuvo olfato para el aroma que desprenden las flores de meta, conquistó el Campeonato de España de ruta que dominó el Astana. El vizcaino recuperó la sonrisa. Feliz, dichoso y emocionado. Un torbellino de sensaciones. Fraile abrió la brazos para agarrar el cielo. Luego se sentó para recuperar el resuello y recibir el abrazo de los suyos. Le besó su chica. Un final de película para Fraile en el thriller del estatal, una carrera repleta de suspense que elevó al santurtziarra, la ola que no claudica. Hombre de mar, remero en su juventud, Fraile dio las paladas exactas para recomponer la figura y dejar en el mar del olvido los días de dolor y pena.

"Tenía ansiedad por volver a levantar los brazos. Cuando he pasado la raya no me lo creía, hacía mucho tiempo que no tenía esa sensación tan especial y no me lo creía. Por eso me he emocionado. Ha sido un día muy duro, un circuito muy exigente, tanto Cofidis como nosotros hemos tratado de controlar la carrera y que la fuga no se fuera mucho", ha comentado Fraile tras su victoria. "El final ha sido muy loco, con muchos ataques, todos hemos jugado nuestras bazas, pero al final hemos decidido tratar de preparar el esprint para Alex, pero cuando ha llegado el momento de lanzarlo he estado un poco más fuerte y he podido conseguir la victoria", ha explicado el santurtziarra después de bajar del podio.

Antes de la explosión de Fraile, cuando la carrera transitaba por el valle de los anónimos, Óscar Sevilla brotó como un recuerdo de una época lejana para tratar de acoplarse a Azparren, Irisarri, Lazkano, González, Fuentes y Ruiz. Sevilla tiene edad de padre y perseguía a unos muchachos. Azparren es un debutante en la categoría. Un asunto generacional. Con el Alto del Turrón duro a la vista, Sevilla se licuó. Lazkano, Azparren y Fuentes también se despidieron cuando encararon la ascensión en su segunda versión. Irisarri, González y Ruiz hombreaban. El alavés se agitó e Irisarri se cosió a su rebeldía. González agachó la cabeza. En el pelotón, hasta entonces contemplativo, hamacado en la espera, se elevaron los decibelios. Pello Bilbao se envalentonó entre los mejores. Amezqueta se acunó a su espalda, pero le negó el relevo. El gernikarra decidió olvidarse de todos. Abrió gas. No quería mochilas. Lanzó su ofensiva en la búsqueda de Ruiz e Irisarri. Valiente y convencido.

Ion Izagirre comprendió que Pello Bilbao no tenía intención de relajarse. El de Ormaiztegi convocó a Aranburu, Herrada, Carlos Rodríguez, De la Cruz, Pedrero y Amezqueta en el descenso. El gernikarra tensó aún más. Es un kamikaze. Se comió la desventaja de Irisarri y Ruiz. La llegada de Pello supuso la unificación de Euskadi. Vizcaino, guipuzcoano y alavés. Bilbao, ambicioso, tomó la cabeza del trío. Fogoso. En el grupo de nobles se disparaban los intereses cruzados. Espasmos y tirones. Muelles de ida y vuelta. Entre curvas festoneadas por los árboles que ultiman la primavera finalizó la revuelta de Pello Bilbao y el resto. De nuevo a la casilla de salida. Ion Izagirre, con las piernas humeantes, alzó los cuellos del orgullo. Acto reflejo. El arranque del guipuzcoano alumbró a Pedrero y Pello Bilbao, omnipresente desde que descapotar en la ascensión.

ATAQUES SIN DESCANSO

El Astana disponía de una mayoría cualificada. Con la bala de Alex Aranburu en la recámara, Fraile se agitó. La carrera era el caos de una huida hacia delante. Todos buscaban una rendija por la que entrara luz. El de Santurtzi encontró una ventana junto a Rodríguez y Adriá. Pello Bilbao les echó el lazo. Adriá se deshizo de Fraile, de repente, parado. El santurtziarra regresó al grupo de favoritos, en el que respiraba Ander Okamika, silbando. Dominante. Pello Bilbao goteaba esfuerzo entre Adriá y los patricios, que cada vez eran menos, a dieta por un terreno pegajoso y exigido por el desfogue continuo. Todo se dehilachaba pero nada se rasgaba. Luisle, campeón en curso, Herrada, Serrano y Marcos García cargaron en el carrusel del tambor del revólver. Más pólvora.

El Astana era un arsenal con Izagirre, Aranburu, Fraile y Luis León. En la guerra de guerrillas, era un ejército regular que domesticó el final, donde las carreras adquieren peso. Aranburu era el más rápido sobre el papel. El de Ezkio estaba protegido por la columna del equipo kazajo. Ion Izagirre se borró después de ofrecer sus piernas. La carretera picaba las piernas, las mordía en el último kilómetro, siempre en pendiente. Luis León realzó otro relevo. Más madera. El último eslabón de Aranburu era Fraile. El santurtziarra, enérgico, puro fuego partió la cadena. Al fin desencadenado, liberado. El vizcaino encontró la redención. Fraile sacó de rueda a Aranburu, al que remontó finalmente Herrada. Nadie pudo aproximarse al rompiente del santurtizarra. Fraile agitó los brazos de la dicha moviendo el cielo tras romper en La Nucía. Fraile se libera.

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21/06/2021