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En Pequeña historia de la literatura española, Nando López demuestra que, a pesar de que parezca algo de hace eones, los clásicos son modernos, rebeldes y siguen muy vivos. Su libro, que incluso posee su propia cuenta de Instagram con más de 24.000 seguidores, propone mirar la tradición literaria sin solemnidades; descubriendo así el salseo, las pasiones y la transgresión que laten tras obras y autores convertidos en mito.
Hablamos con él sobre diversos temas como la literatura identitaria, amores tóxicos que vienen de lejos y la importancia de valorar las nuevas voces que leen y escriben nuestro futuro.
¿Podríamos decir que todos los acontecimientos de la literatura clásica -al menos en este libro- podrían aparecer en la tablet de La isla de las tentaciones?
Totalmente. Yo quería demostrar que los clásicos son modernos y contemporáneos, y nos están hablando del presente. Me interesaba ir al lado más humano, esas relaciones turbulentas entre los escritores... Creo que hay momentos de los autores barrocos que son mucho más duros que los debates de los tentadores de La isla. También a los propios personajes, esos salseos románticos y sexuales de nuestras grandes historias como Los pazos de Ulloa o La Regenta dejarían a La isla es un programa para la infancia. De alguna forma, hay una propuesta desde el libro de quitarle a los clásicos esa áurea casi sagrada y rancia que los aleja, y traerlos al presente. Son muy modernos y muy reverentes. Nuestros clásicos suelen ser antihéroes que van contra las convenciones. En ese sentido, son obras llenas de transgresión y de rebeldía.
¿Cree que la literatura nos enseña sobre nuestra identidad colectiva?
Sí, es más, nos ayuda a construirla. Siempre lo digo, como miembro del colectivo LGTBIQ+ encontré referentes tanto en los autores que eran del colectivo -en los versos de Lorca y de Cernuda, que me ayudaron a construirme-, pero también en clásicos como El Quijote. Hay una frase maravillosa en la que él dice: “Yo sé quién soy”. Para mí es la defensa más hermosa de la identidad que he leído nunca. Me lo tatuaría, porque creo que es una frase que define esa voluntad de ser. Entonces, no solo te ayudan a construir una identidad y a conocerte, sino que además te dan herramientas para defenderla. En mi caso, hay versos de Cernuda que he usado a lo largo de mi vida para explicar quién era o cómo me sentía. Eso también se cuenta en este libro, como la literatura es espejo de quienes somos y refugio para quienes alguna vez no han encontrado un lugar donde ser.
Se dice en el libro que el amor es el origen de la literatura medieval. ¿Lo es también para la mayoría de sucesos dramáticos a los que nos enfrentamos hoy en día?
Bueno, en muchas ocasiones... Lo que pasa es que tenemos, y de eso se habla mucho en el libro, una cultura amorosa que se ha basado mucho en tópicos y clichés que no han beneficiado que vivamos el amor de una forma más libre e igualitaria. Al final, el amor tóxico ha sido un tema literario y un tópico literario. Incluso tenemos temas como el amor cortés, donde el hombre quiere a la mujer pese a que la mujer no desea quererlo. Ahora mismo, desde la mirada del consentimiento y una mirada feminista, es cuanto menos discutible, ¿no? Nos han educado en un amor muy desde el romanticismo ñoño, no desde uno mucho más libre, abierto y paritario, que es como debería ser. Quizá lo que nos pasa es que el amor, por un lado, es un sentimiento complicado; y por el otro, nos falta una educación sexual mucho más libre y abierta. Pero también hay cosas que se llevan repitiendo desde el principio de los tiempos. Yo cuento aquí que la literatura medieval nace desde el amor, con las jarchas y las cantigas, y algo que aparece muy a menudo es una amada que se queja de que su amado ha desaparecido. En el fondo estamos hablando de ghosting (risas), solo que medieval (más risas).
'Pequeña historia de la literatura española' es el último libro de Nando López.
¿Qué opina de la idea general de que la literatura comercial actual no tiene comparación con la clásica?
Las generalizaciones siempre son un error. Ahora mismo, precisamente en el mundo de la literatura infantil y juvenil, hay muchísimas voces que son muy valiosas y que están escribiendo libros de máxima calidad. Yo escribo literatura adulta, juvenil y teatro, muchos géneros, y en juvenil hay nombres como David Lozano, Begoña Oro, Maite Carranza, Mónica Rodríguez... Son nombres que concilian perfectísimamente la calidad literaria con la comercialidad. Hay dos géneros que yo destacaría en nuestra literatura: la infantil y juvenil y la novela gráfica. No nos quedemos en la superficie y pensemos que lo comercial es necesariamente malo. Lope de Vega hoy habría sido un autor supercomercial, como aquí se dice: “habría sido un gran showrunner en Netflix”. Es más, El Quijote aspiraba a ser un libro comercial y popular. Galdós, Pardo Bazán y Clarín tenían muchísimo éxito entre los lectores del XIX y son joyas de la literatura. No sé por qué se mira siempre con tanto desprecio a lo que lee la juventud, cuando tenemos un país donde quienes más leen son los jóvenes.
Leen y escriben...
Claro, basta ya de prejuicios. Me enfada mucho el edadismo en las dos direcciones. Por eso este libro va desde las jarchas hasta el siglo XXI, porque vamos a mirar con respeto a la tradición, y con el mismo respeto y ganas a quienes están escribiendo ahora. Porque son el futuro y no sabemos qué nombres de esos van a quedar en la historia.