Polideportivo

Los olivos son de Pogacar

El esloveno, con un ataque a más de 40 kilómetros de meta, se exhibe en su debut del año para conquistar, majestuoso, la Clásica de Jaén
Pogacar, en solitario.
Pogacar, en solitario.

Andaluces de Jaén / aceituneros altivos / pregunta mi alma: ¿de quién, de quién son estos olivos? Cantó Miguel Hernández, poeta. Los olivos son de Tadej Pogacar, también suya la tierra, le pertenecen los caminos del trabajo, el sistema nervioso de la Clásica de Jaén, tierra y polvo para el escultural Pogacar, el magnífico. El esloveno se hizo grande en el tramo en honor a Antonio Machado. Otro poeta telúrico.

Deidad terrenal, Pogacar es una oda al brutalismo. La belleza de la ambición. Siempre hambriento el esloveno. Competidor extraordinario. Campeón de punta a punta. Un terremoto que sacude y zarandea al resto con su aspecto de querubín, su mechón travieso que asoma por el casco. Pogacar es un guerrero. Siempre dispuesto para la batalla. Su arrojo le condujo a un triunfo descomunal en la Clásica de Jaén. Sin mácula. De Úbeda a Baeza. Pogacar es pura poesía. El más bello verso suelto.

A más de 40 kilómetros de la gloria, cuando solo Sergio Samitier respiraba por delante, ahogado para entonces el esfuerzo de Xabier Mikel Azparren (Euskaltel-Euskadi) tras la fuga, Pogacar, que estrenaba el curso, surgió del grupo de los mejores. No tardó en tocar el hombro de Samitier. Le dislocó un par de kilómetros después. Endiablado su ritmo, quemó el motor de Samitier.

Un ataque demoledor

Nadie puede con Pogacar, una apisonadora por los caminos de tierra. A todos los enterró Pogacar, en otra exhibición. En su primer día de competición, el esloveno solo dejó humo y polvaredas a su paso. Cegó a sus perseguidores, que se desgañitaron para tratar de rastrearle en caminos de polvo. En vano. Era como agarrar el humo. Especular con la nada. Algunos lo venden, pero es inasible. Pogacar es sólido. Mármol de Carrara.

Pogacar cerró 2022 floreciendo en Il Lombardia, la clásica de las hojas muertas. No caduca el esloveno perenne, otro vez prodigioso entre olivos. Oro líquido para ungir a un ciclista de otra época Todo lo quiere el esloveno, que en la tierra de Jaén, recordó su paseo triunfal por el sterrato de la Strade Bianche, la clásica de las tierra blanca de la Toscana que agarró para su vitrina.

Imparable el esloveno

Pogacar, que no tiene distancias, porque las domina todas, se lanzó a la aventura cuando restaba un mundo. No para él. Emergió su orgullo y se hundieron las cabezas del resto, escondidas entre los hombros de la resignación. Despiadado, voraz y rabioso, Pogacar era un recital en bici que desconchó al resto. Un animal salvaje en estampida. Él galopa y los demás, revientan. Un Quijote. Un loco maravilloso.

Corre Pogacar contra la historia, valiente, atrevido y descarado, sin bridas. Desatado, libre, juguetón, el esloveno es un espectáculo en sí mismo. Una obra de arte que admirar. Por detrás, con Wellens y Hirschi como escuderos, compañeros de equipo, Tullet, Turner, Rota y Kron se tuvieron que rendir a la evidencia cuando les reventó en un repecho con el 10% desnivel. Para el esloveno, cuesta abajo. Les hizo morder el polvo. Atragantados todos ante el imponente Pogacar, irrebatible.

Después cazó a Samitier, que se aferró a rueda hasta que le dejó en los huesos. A la intemperie. Pogacar silbó su dominio a pesar de que tuvo que cambiar de bici en el último tramo de tierra por culpa de una avería mecánica. Ni eso le detuvo. Tras él, la nada. Después, Turner y Wellens.

En tierras de sudor y esfuerzo, latifundista Pogacar. Andaluces de Jaén / aceituneros altivos / decidme en el alma: ¿quién, quién levantó los olivos? No los levantó la nada / ni el dinero, ni el señor /sino la tierra callada / el trabajo y el sudor. Los olivos son de Pogacar.

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2023-02-15T08:10:16+01:00
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